18 de noviembre de 2010

Un libro - Anatomía de un instante - Javier Cercas (2009)

9 / 10

Por supuesto, y muy lógicamente dada mi proverbial mala memoria, que no recuerdo ni por asomo qué estaba haciendo ni dónde me encontraba aquella tarde. Estaba a pocos días de llegar a la mayoría de edad, hacía tiempo que había dejado los estudios, trabajaba en un negocio familiar y llenaba mis tardes con siestas excesivamente largas, lo que me hace pensar que a la hora de los hechos estaría, probablemente, volviendo a la vida e intentando aclarar mi cabeza, momentos antes de reunirme con mi novia y/o amigos para compartir otra tarde de rutinario e improductivo entretenimiento, despreocupado del mundo y de los acontecimientos y ajeno al vertiginoso devenir político que atravesaba el país. Así era buena parte de la juventud que dominaba mi entorno en esos días. Y así era yo, por supuesto, aletargado todavía –y lo que me quedaba- por el influjo hippie que en todas partes era ya un cadáver pero que yo intentaba reproducir en mi muy convencional existencia –ya sabéis, el pelo largo hasta donde lo permitía la autoridad paternal, ropa que intentaba ser estrafalaria y discurso incoherente, repitiendo una y otra vez “passso de todo”, “parad el mundo que yo me bajo”, “haz el amor y no la guerra” y otras afamadas frases que incluso entonces ya olían a rancio-.

Es muy probable por tanto, que fuera mientras enjuagaba mis ojos cuando se produjo el que sin duda fue el acontecimiento más peliagudo de la entonces incipiente democracia española, colofón según muchos de la exitosa y aclamada Transición. Era lunes, 23 de febrero de 1981. A las dieciocho horas y veintitrés minutos, en plena sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del gobierno tras la dimisión de Adolfo Suárez, un grupo de guardias civiles encabezados por el teniente-coronel Antonio Tejero irrumpe en el hemiciclo al grito de “¡Quieto todo el mundo!”, seguido de un sinfín de disparos de pistola y subfusil que impactan en el techo de la estancia. Todos diputados se agazapan tras los escaños, a excepción de Santiago Carrillo, Adolfo Suárez y un alteradísimo general Manuel Gutiérrez Mellado, que sufre los intentos de Tejero por arrojarle al suelo, en una fallida demostración de autoridad castrense. Las cámaras lo captan todo mientras se mantienen operativas. Pocas ocasiones habrá de ver en directo aquello de lo que tanto se hablaba y por lo que tanto se temía –o no- en esos días: un golpe de estado, una asonada militar, el ruido de sables tomando cuerpo… Luego vendrían la oscura incertidumbre ante lo que podía ocurrir en el interior del Congreso y la inevitable sensación de que el país se encontraba de nuevo al borde del conflicto bélico. La indecisión de la mayoría de la capitanías generales en secundar el golpe y la diferente visión que tenían los principales ejecutores sobre su objetivo final, amén del oportuno posicionamiento del Rey y la lealtad de sus generales más próximos, deben contarse entre los factores principales de su fracaso.

Para los que tenemos cierta edad, el relato puede parecer un tanto pedante y repetitivo, de tantas veces que hemos visto las imágenes. Sí que es verdad que, una vez retomadas las riendas de las amenazadas libertades, recobrado el país el pulso democrático y pasado el tiempo suficiente, el episodio acabó adquiriendo tintes de antigualla televisiva. Imágenes de aspecto casi setentero, en las que aparecen señores de apretadas corbatas y acampanados pantalones, medias melenitas los más progres y venerables canas los más veteranos, con muchos de ellos fumando en su escaño; imágenes que forman parte por derecho propio de la intensa y ajetreada Historia de España, y que vuelven con toda su potencia descriptiva de tarde en tarde, con ocasión de redondos aniversarios –como probablemente comprobaremos en su muy cercano trigésimo- o con motivo de alguna publicación que traiga el tema a la actualidad, sobre todo si lo hace con la brillantez y la amenidad con la que Javier Cercas ha bordado este magnífico ensayo de criminológico título.

A pesar de la espesa caraja mental en la que entonces naufragaban mis pensamientos, tendría que haber sido un auténtico pazguato para no darme cuenta de lo que se estaba cociendo por aquellos días en España a todos los niveles, pero especialmente en el plano político. Hacía poco más de cinco años de la muerte del dictador que había manoseado el país durante décadas, con lo que los melancólicos del régimen todavía eran legión y ostentaban capacidad suficiente como para minar con saña todo camino hacia la democracia; ETA asesinaba a mansalva, con su sangriento punto de mira permanentemente puesto sobre sus dos objetivos principales: el ejército y la guardia civil, provocando la ira y la indignación de los cuarteles y de unos mandos ya de por sí muy predispuestos a desenvainar el sable e iniciar la nueva cruzada; El Rey era visto por los sectores más reaccionarios como un traidor a la figura del Caudillo; la situación económica española rozaba la catástrofe, con miles de pérdidas de puestos de trabajo; la confianza en las instituciones era nula… La figura del pronunciamiento militar cada vez se presentaba más nítida en aquel panorama caótico que sufría la sociedad española: en agosto de 1980 la portada del periódico ultraderechista Heraldo Español publicaba en portada la imagen de un furioso corcel alzándose sobre sus patas traseras, "¿Quién montará este caballo? Se busca un general", rezaba el gran titular. Se podía decir más alto, pero no más claro. Además, y volviendo a las imágenes del asalto, es curioso y significativo ver que, un instante antes de la entrada de Tejero, el inicial alboroto exterior haga que algunos diputados se levanten como resortes en un instintivo intento de huída, mientras algún otro dobla las rodillas buscando la seguridad de las traseras de los escaños. Había mucho miedo, sí.

Pero nada como la lectura de Anatomía de un instante para poner al lector en situación y llevarlo al punto exacto de la zozobra que vivió España entonces. Con suma habilidad, capacidad descriptiva y una brillante prosa, Javier Cercas revive aquellos momentos decisivos de nuestra historia. Con toda la objetividad y parcialidad de la que se puede hacer gala en un tema tan proclive al maniqueísmo, el autor estructura la narración tomando como bases a sus principales protagonistas y describiendo sus complejas personalidades y circunstancias: Adolfo Suárez –su entonces reciente pasado franquista, sus méritos como presidente en el cambio, su pertinaz resistencia a perder el poder…-. Santiago Carrillo –su renuncia al leninismo, su papel durante la Guerra Civil, Paracuellos…- Alfonso Armada y su ilusión por encabezar el gobierno tras un golpe blando…- Antonio Tejero, o el semblante del golpe duro (“yo no he asaltado el Congreso para esto”). Gutiérrez Mellado, el Rey, Milans del Bosch, el CESID
Personajes y circunstancias a través de los cuales Javier Cercas ha construido un brillantísimo ensayo sobre un periodo decisivo se nuestro devenir histórico.

http://www.rtve.es/rtve/20090123/23-f-hace-29-anos/223731.shtml

30 de octubre de 2010

Iron Maiden: The Final Frontier (2010)

7/10

Cuando el intrépido aviador, hábil esgrimista y erudito historiador Bruce Dickinson, acudió presto a la llamada del negocio discográfico para recuperar el puesto de frontman en Iron Maiden, todos los que tenemos el Run to the hills grabado a fuego en nuestra masa gris exhalamos un respiro de alivio y satisfacción. Habían sido cuatro años de ocupación de tan importante puesto -nada menos que el de cantante de la mejor banda de Metal de la historia- por el oscuro y discreto Blaze Bailey que, aunque bastante mejor cantante de lo que muchos quisieron ver, no encajaba en el sonido Maiden ni harto de peyote. Desafortunadamente, el bueno de Blaze destrozaba los sagrados himnos de la Doncella allá donde tocaban, y eso –amén del lucrativo reclamo que suponía la vuelta del vocalista con el que la banda se hizo leyenda- le condenó. Yo mismo fui testigo de su incapacidad para llegar a los registros de The evil that men do y otros temas en el velódromo de Dos Hermanas. Lo dicho, un buen cantante –y a sus discos en solitario me remito- pero totalmente inadecuado para el combo de Steve Harris, responsable al fin y al cabo del fallido fichaje.

La vuelta de Bruce al micrófono tuvo como consecuencia casi inmediata la publicación de Brave new world, un magnífico trabajo que devolvió a la banda a los niveles de calidad perdidos en sus tres discos anteriores –incluso Fear of the dark, todavía con Dickinson en sus filas, dejaba entrever esa pérdida de calidad, con canciones con una pinta de relleno que no veas-. Luego llegaron tres discos más, incluido el que nos ocupa, que se podrían comentar con parecidas reseñas.

The final frontier comienza con una extraña pista. Un “doble tema” consistente en una sucesión de repetitivos ritmos que cuando ya empiezan a cansar, y sin transición alguna, dan paso al tema que da título al disco y que sirvió de single promocional. Un buen inicio con adictivo y cañero riff y estribillo pegadizo, mejorado por El Dorado, segundo corte del disco. Se trata de un tema sencillo comparado con el resto de canciones, pero es el que ha provocado que me plantee el sentido de los últimos discos de la Doncella. El Dorado comienza con un poderoso riff de bajo-guitarra que se mantiene a lo largo del tema, invitándote con descaro a un salvaje headbanging . Una trepidante cabalgada que te traslada a tiempos mejores, cuando el leitmotiv de la banda era la contundencia, ahora tan añorada.

Después de El Dorado vuelven los Maiden de corte progresivo, con temas más elaborados y profundos, de larga extensión y no demasiada agresividad. Todo muy bien tocado y cantado, como corresponde a una gran y veterana banda, pero… ¿Dónde está la emoción? ¿A dónde han ido a parar los enormes riffs del pasado?¿Porqué mi corazón no late deprisa cuando oigo Isle of Avalon, como todavía lo hace con Revelations? El escalofrío que experimento con Wasted years ¿por qué no aparece al oir Mother of mercy? La respuesta creo que es obvia: a los últimos discos de Maiden les sobra calidad y buenas maneras, pero les falta capacidad para hacer sangre y llegarte al alma. Necesitan un poco más de ruido, de descontrol; que feroces y desgarradas melodías salgan disparadas de los trastes directamente a tu cuello; un par de temas de esos que te hacen levantar el puño en un concierto y, en una suerte de patético y lastimero alarido, sacar todo lo que llevas dentro. En este trabajo hay apenas retazos de todo eso, un tanto perdidos dentro de los buenos temas que contiene, porque si hay algo que no falta en The Final Frontier es calidad, faltaría más, aunque quizás les hubiera quedado algo mejor sin tanto minutaje, provocado por el “ansia progresiva” que parece dominar sus últimos trabajos. Con todo, hay que ser objetivos, y reconocer que el sonido a veces se parece demasiado a cosas ya oídas antes. Incluso, sin salir del disco, si prestamos atención a The talisman en el minuto 2:53, comprobaremos que la melodía es idéntica a Coming home en 1:07. ¿Falta de originalidad e ideas? ¿Repetición premeditada al modo de los grandes discos conceptuales del Rock progresivo? Pues no sé qué decir, la verdad. Obsérvese también el parecido de parte del riff de The alchemist con el de Resistiré de Baron Rojo…

Lo anteriormente escrito no es obstáculo para que, una vez más, exprese mi admiración por la lucha que estos insignes dinosaurios mantienen contra su extinción. A estas alturas no tienen que demostrar lo grandes que son, pues ya lo hicieron con The number of the beast, Piece of mind, Powerslave, Seventh son…y tantos otros discos que jalonan su impresionante carrera, y con los que muchos jovenzuelos nos dejamos abrir las venas por esa afilada onda metálica que, desde las Islas Británicas, arrasaba todo a su paso a principios de los 80. Vaya mi humilde saludo y mi sincero agradecimiento a estos ya casi viejos rockeros que se han ganado a pulso el explotar la marca que han creado. Buenos discos, grandes conciertos… ¿qué más se puede pedir?

Up The Irons!!!


31 de julio de 2010

Me alegro.

Que conste que no derramaba lágrimas de sufrimiento por tantos toros masacrados y que nunca participé activamente en campañas organizadas al respecto. Tampoco ahora estoy tocando las palmas con las orejas ni he salido a la calle portando ningún slogan reivindicativo. Pero qué queréis que os diga, a pesar de todo:

...De lo politizado que pueda estar el asunto –qué no lo está a estas alturas-.

...De la gente que irá al paro –o que simplemente tendrá que reciclar su actividad económica-.

...De la, según muchos, identidad nacional tan seriamente dañada –eso pasa cuando se habla en nombre de todo un país-.

...De esas dehesas que se perderán sin remedio –ya se perdían incluso con el toro de lidia en ellas. Además, las administraciones se podrían encargar de protegerlas, como hacen con los parques naturales-

...De la extinción de una especie –que fue creada expresamente para ser masacrada-

...De que digan que quien está a favor de la abolición también apoya el aborto, y otros sinsentidos –yo personalmente estoy a favor de que la mujer pueda decidir durante un (corto) tiempo si lo que tiene en su vientre va para adelante o no pero... ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?-.

A pesar de todo, decía, me alegro mucho de lo que ha pasado en Cataluña. De que la barbarie que supone encerrar a un animal en un recinto y hacerle perrerías hasta su muerte atroz haya dado sus primeros pasos hacia la erradicación. Me alegro.

Y mira que lo he intentado. He procurado verlo desde el otro punto de vista; intentar vislumbrar la idea de que tampoco es para tanto y que total, que por unos animales expresamente concebidos para la plaza, que viven como reyes y que al fin al cabo terminan en nuestros estómagos no había que ponerse así. Pero qué va. Siempre que me asomo a un reportaje sobre corridas de toros termina pasando lo mismo: veo crueldad y ensañamiento por todos lados. No veo arte, veo salvajismo. Veo... esto:





Me alegro.

(Las fotos son de http://www.boston.com/bigpicture/)

Un libro - La Ciudad de los Prodigios - Eduardo Mendoza (1986)

6,5 / 10

Con solo trece años, Onofre Bouvila recala en la ilusionada Barcelona donde se está fraguando la Exposición Universal de 1888. Llega huyendo del hambre y de unas expectativas familiares no satisfechas. Allí, a base de algo de astucia, pocos escrúpulos y mucha crueldad, logra no sólo salir adelante, sino convertirse en una de las personas más influyentes de Cataluña primero y España después, llegando a tener influencia internacional. Repartidor de octavillas anarquistas, vendedor de crecepelo, traficante de armas o simplemente ladrón, para este extraño personaje aquellos que se cruzan en su camino son sólo los peldaños de la escalera que le ayudará a subir a lo más alto. Un extraño y despiadado trepa dispuesto a todo con tal de conseguir sus fines. Mientras todo esto acontece, Barcelona, la otra protagonista de la novela, va definiendo su identidad para convertirse en la ciudad moderna y progresista que hoy conocemos.

Extraño personaje para una extraña historia, bastante diferente a la que esperaba en un principio. Hasta ahora, en todo lo que había leído de Eduardo Mendoza encontré dos características principales: un sentido del humor como pocas veces se da en novela y una excelsa retórica. Con ambas disfruté en extremo (ahí está El misterio de la cripta embrujada como mejor ejemplo). Pues bien, ni una cosa ni otra están presentes en La ciudad de los prodigios en la medida deseada. El humor aparece muy esporádicamente, mediante las clásicas situaciones absurdas que el autor sabe construir como nadie, y la retórica brillante también me pareció minimizada en exceso. Es una narración donde el interés se muestra de forma intermitente y discontinua, y con momentos en los que, en mi opinión, se alarga innecesariamente. Para menoscabo de la narrado sobre Onofre Bouvila y sus circunstancias, debo decir que los momentos más interesantes se corresponden con aquellos en los que los protagonistas son Barcelona y los acontecimientos históricos con ella relacionados, que encontré realmente interesantes y bien escritos.

Concluyendo, que esta reputada obra del gran Eduardo Mendoza me ha dejado un poco frío, sin duda debido a las grandes expectativas que había puesto en ella. Con todo, no deja de ser una historia bien escrita y a ratos amena, con ocasionales muestras de la maestría del autor. Los vaivenes de la historia me hacían pensar, mientras avanzaba en la narración, que Mendoza no tenía un guión fijo, sino que la improvisación ha tenido mucho que ver en el día a día de esta obra que no será, por supuesto, la última que me eche a la vista de este grandísimo escritor.

25 de julio de 2010

2 discos de Metal Extremo 2


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1.- God Dethroned - Passiondale (2009)

10 / 10

Por muchas películas de guerra que veamos y por muy realistas que éstas sean en cuanto a imágenes descarnadas, nunca podremos hacernos una idea de lo que una batalla, un choque entre dos ejércitos, implica. Y mucho menos si el acontecimiento alcanza los niveles de brutalidad registrados en las proximidades de la población belga de Passchendaele, donde entre julio y noviembre de 1917 ejércitos aliados y tropas del II Reich alemán tuvieron un cambio de impresiones algo elevado de tono. El resultado, aunque siempre hubo controversia al respecto, habla de hasta 900.000 muertos y lisiados, en un pantanoso entorno de frío, lluvia y barro. Un infierno inconcebible para nuestras acomodadas existencias, que lo más cerca que han estado de la guerra fue cuando jugábamos al “Hundir la flota”. Y que dure, que dure...

Tan negra jornada para la humanidad también merece, por supuesto, su correspondiente disco conceptual, que es precisamente lo que nos trae este furibundo combo holandés. Los ya veteranos God Dethroned practican ese visceral Death Metal tan en boga desde hace años que, en mi opinión, adolece de un gran defecto: es difícil dar con un disco realmente bueno en su totalidad. La mayoría de trabajos de este palo ofrecen un par o tres de buenos temas, oscilando el resto entre lo pasable y el simple y llano coñazo. Voces guturales y riffs brutales proclives al aburrimiento y al dolor de cabeza, resultado lógico de repetir una y otra vez la misma fórmula.

Pero hasta aquí llegó la cosa, y este Dios Destronado ha venido a hacer justicia y a detonar un artefacto repleto de metralla de la mejor calidad. Passiondale –adaptación británica de Passchendaele- es una apisonadora con la que sentirás tus huesos crujir bajo el peso aplastante del Death Metal más devastador pero a la vez más accesible que se haya compuesto nunca. A través de sus sublimes 38 minutos, God Dethroned te llevarán en volandas al mismo centro de la masacre, que empieza justo después de una muy apropiada y envolvente intro –The Cross of Sacrifice- y da paso a una sucesión de cañonazos asesinos que desparramarán tus sesos por las paredes más cercanas. Under a Darkening Sky, Poison Fog, Drowning in Mud, No Survivors, Behind Enemy Lines… los títulos lo dicen todo sobre unos temas que consienten con cuentagotas la presencia de algunas partes melódicas que contribuyen a acentuar el aspecto dramático de la historia.

Difícil me resulta decir nada más sobre este sensacional disco, que sólo entiende de ser introducido en tu reproductor y detonado cual mortífero obús alojado en su recámara. Para abrir boca y provocar la oportuna alteración cardíaca, aquí os dejo el vídeo de Poison Fog –en referencia a los gases venenosos empleados en la batalla-, uno de los mejores temas del álbum, ideal para hacerse una idea de por donde van los tiros, nunca mejor dicho. Atención al visceral comienzo y las partes melódicas central y final.

Agazápate en la trinchera, protégete el cráneo y el paquete -el intestinal- ... y dale al play


2.- Ablaze in Hatred – The Quietude Plains (2009)
8,5 / 10

¿Estás en medio de una mala racha? ¿Tu pareja te ha dejado sol@ ante la hipoteca? ¿Se te ha muerto el canario? ¿Eres víctima del último recorte salarial? Resumiendo: ¿Estás deprimido, pero deprimido de verdad? ¿No le ves mucho sentido a tu existencia? Pues bien: Este NO es tu disco. Te ruego encarecidamente que no lo escuches, o de lo contrario "la sangre de tu tristeza contigo paseará" (Gabinete Caligari dixit.)

It is time to call the moaner of your bereavement.
Helpless are the steps, so long is the path
to your death, to the closure of life


(Es hora de llamar a la plañidera de tu duelo.
Impotentes son los pasos, tan largo es el sendero
a tu muerte, a la clausura de la vida.)


Ablaze in Hatred son un grupo finlandés que practican Doom Metal, una rama del Metal más extremo especializada, entre otras cosas, en transmitir sensaciones de desasosiego existencial, desesperanza y bajonazo anímico total. En pocas palabras, de no tener ganitas de ná. Para ello se sirven casi de forma exclusiva de ritmos abrumadoramente lentos y pesados, musicando así aspectos como la tortura del alma, el ocaso del placer, la inminencia del doloroso pero inexorable final... Eso sí, de alguna manera estos tíos se las arreglan para que todo este catálogo de penalidades suene con una belleza tan extraña y desasosegante como atmosférica y embriagadora. Es la melodía del alma atormentada, de la triste resignación a la pérdida de toda dicha.

How any life could ever see
the light here in the deep?

(Cómo podría alguna vida alguna vez
ver la luz aquí, en lo profundo?)


The Quietude Plains es su segundo trabajo –el primero también es buenísimo-, y obviamente no es un tipo de música para poner en cualquier sitio, a no ser que quieras que tus amigos te miren raro –algo a lo que uno ya está acostumbrado, dicho sea de paso-. Ablaze in Hatred no van a llenar estadios ni pabellones, así como tampoco van a vender millones de discos, algo habitual por otra parte en estos estilos. Quizá por eso no les llegue para hacer un vídeo promocional al uso, por lo que sólo queda poner el típico de imagen fija y dar un paseo a través del silencio.

8 de julio de 2010

Trilogía sobre Publio Cornelio Escipión, Africanus - Santiago Posteguillo



1 - Africanus. El Hijo del Cónsul (2006)

2 - Las Legiones Malditas (2008)

3 - La Traición de Roma (2009)

10 / 10


Hacía tiempo que no ponía nada sobre lecturas, y aquí está la explicación. Unas 2.500 páginas llenas de épica y honor, de intrigas y traiciones, de crueldad y magnanimidad y de sangre, mucha sangre, en el contexto de uno de los conflictos quizás más decisivos que en la Historia se hayan dado, han tenido la culpa del retraso. Poco coherente hubiera sido comentar por separado cada uno de estos volúmenes, habida cuenta de la clara (y lógica) línea argumental que esta trilogía sigue. He preferido concluir el segundo volumen –ahora lo explico- para hacer un comentario sobre la historia en su totalidad, que abarca toda una agitada y apasionante existencia, como fue la que vivió Publio Cornelio Escipión, Africanus, el mayor general de la historia de Roma, quizá sólo superado posteriormente por el más “mediático” Julio César.

De momentos decisivos, puntos de inflexión y encrucijadas históricas está nuestra existencia repleta. Nunca sabremos qué hubiera pasado en determinados momentos de la Historia de la Humanidad en los que el devenir de los acontecimientos dependió, quizá, sólo de pequeños detalles: decisiones –aciertos, errores, suerte...- que determinaron la posterior dirección de los hechos en un sentido u otro, especialmente en lo que al campo de batalla se refiere. Así, sólo podemos especular con el semblante que mostraría hoy Europa si el Islam no hubiera sido frenado en Poitiers por Carlos Martel en 732 ó en Viena casi 800 años después. Y si las tropas aliadas no hubieran conseguido doblegar la locura expansionista de Hitler, desembarco en Normandía mediante, ¿cómo sería hoy la vida en Occidente?

Como sólo soy un frecuente lector de textos relacionados con la Historia no pretendo, ni mucho menos, erigirme en entendido sobre este tema en cuestión, con lo cual, y pese a que procuro documentarme respecto de las cosas que aquí escribo, seguramente meteré algún que otro patazo. Puede que uno de ellos sea considerar las Guerras Púnicas en su conjunto como un hecho decisivo en la Historia, equiparándolo a los ejemplos antes mencionados. Sin embargo, y a la luz de la lectura de esta trilogía, no puedo dejar de plantearme qué hubiera pasado si el resultado de esa contienda hubiera sido finalmente favorable a Cartago, teniendo en cuenta el inmenso legado cultural que dejó Roma para la posteridad de Occidente y las profundas diferencias con la potencia rival. Una vez más, sólo podemos especular con lo que hubiera pasado en ese caso.

Bueno, pues tenemos al personaje de Escipión Africanus como eje central de la obra, basada en su vida y también en buena parte de la denominada Segunda Guerra Púnica, con Cartago intentando recuperarse del batacazo sufrido en la primera de esas guerras. Para ello, los descendientes de los fenicios ponen sus ojos en la fértil Hispania –que ya era un apetecible destino turístico por aquella época-. Los cartaginenses se empeñan en tomar Sagunto, aliada de Roma aunque dentro del pactado radio de acción cartaginés. Roma conmina a Cartago para que deponga su actitud, ésta se niega y... Casi al mismo tiempo, al otro lado del mundo, Antíoco III de Siria va dando forma en su cabeza a la idea de recuperar los territorios que pertenecieron al imperio de Alejandro Magno, mirando con desdén el creciente poderío de aquella ciudad que se impone en Occidente.

A partir de ahí, comienza un relato de un enorme poder de seducción, novelando de forma magistral una epopeya tras otra, y donde también alcanza gran protagonismo, como no podía ser de otra forma, Aníbal, el líder absoluto del ejercito cartaginés. El general que, cruzando los Alpes con su gigantesco ejército y su manada de elefantes, puso en jaque a la misma ciudad de Roma, cuya población llegó a recurrir al sacrificio humano para ganar el favor de los dioses ante la amenaza real de su destrucción. Comienza también el rosario de intrigas entre los diferentes grupos senatoriales, con Fabio Máximo y luego Marco Porcio Catón encabezando con su retorcida astucia la facción enemiga de los Escipiones. Un intenso periodo de la historia de Occidente narrado a la perfección, que te traslada al mundo conocido del siglo III AC.; a las calles de Roma, a su Senado; a las abruptas junglas que cubrían la Hispania todavía por conquistar; al abrumado y decadente Egipto gobernado por los Ptolomeicos; a las amplias llanuras de Anatolia, dominadas por Antíoco III y su caballería acorazada; a campos de batalla donde inmensos ejércitos chocan con una brutalidad inimaginable, dejando montañas de cadáveres pasto de los buitres...

A pesar de la clara línea narrativa de la trilogía, no veo imprescindible seguir los volúmenes en el orden de publicación. De hecho, comencé por el tercero –regalazo de Reyes-, y terminé por el segundo. Con habilidad, el autor –al que desconocía por completo y por el que declaro mi rotunda admiración- te va poniendo al día de los acontecimientos previos. Otro punto más a favor de un trabajo que va más allá de la novela al uso: un auténtico legado cultural fruto de una inmensa labor, que ha sabido combinar con maestría historia y ficción.

9 de junio de 2010

Un disco: Black Clouds & Silver Linings - Dream Theater (2009)

10 / 10

Allá por 1992, Dream Theater entraron en una corriente de inspiración que enseguida tomó la forma de un grandioso álbum bautizado como Images and Words, monumento a esa exclusiva forma de entender y hacer música conocida como Rock Progresivo, estilo que, con las oportunas dosis de contundencia sonora, había dado a luz a un fornido vástago llamado Metal Progresivo. Aquella veta de inspiración, afortunadamente, dio para mucho más, concretamente para propiciar memorables trabajos entre los que destaca por encima de todos, en el más esplendoroso cénit de la creatividad, Metropolis 2: Scenes from a memory, obra maestra total, digna de ser llevada a aquella isla desierta de la típica pregunta sobre discos favoritos. Afortunadamente, esa inspiración dura hasta nuestro días, porque el Teatro del sueño lo ha vuelto a hacer y ha creado otra joya para añadir a su ya larga lista de genialidades: Black Clouds & Silver Linings es su décimo trabajo en una discografía que, lejos de auto repetirse disco a disco, sigue sometida a un mágico in crescendo.

Opino que a los discos en general hay que darles su tiempo y las escuchas necesarias para asimilarlos y calificarlos como se merecen. Son raros, y hablo de mi experiencia personal, los discos que entran a la primera y de un tirón, y ni siquiera eso garantiza que pasen a formar parte del panteón de Discos Idolatrados (el Painkiller de Judas Priest sería una de esas rara avis: el mejor disco de la historia del Metal ahora y en la hora en que lo oí por primera vez. El ya mencionado Metropolis 2... también. Ya habrá tiempo de dedicarles unas líneas a tan inmortales plásticos). Esta máxima cobra mayor sentido cuando hablamos de un estilo musical que tiende a lo complejo y elaborado como es el Progresivo, y es ni más ni menos lo que ocurre con los discos de DT., incluido este que nos ocupa: una primera escucha que te deja un tanto frío, seguidas de otras en las que vas descubriendo que no estás oyendo cualquier cosa, y la toma de conciencia final de que lo que tienes alojado en tu reproductor es una auténtica pasada, como es el caso. Pero vayamos un poco por partes.

En los 75 minutos de Black Clouds & Silver Linings se amalgaman contundencias, sensibilidades, virtuosismos instrumentales y atmósferas absorbentes repartidas a lo largo de 6 temas (hablo del cd. original, ya que también salió a la venta un paquete con las partes instrumentales, versiones, etc... Esta gente lo hace todo a lo grande, ya veis) en los que se habla de muchas cosas, la mayoría de ellas de índole personal: El homenaje al padre recientemente fallecido –The best of times, quizá el mejor tema del disco, seguido a corta distancia por todos los demás-; la angustia del escritor que ve mermada su creatividad –Wither, hermosísima canción que tiene la facultad de ponerme el vello de punta cada vez que la escucho; traumas infantiles provocados por accidentes de tráfico –A night to remember, que abre el disco-. También se cuentan historias extrañas, sobre ritos masones y condes misteriosos –A rite of passage, quizá el tema más heavy, aunque quizá también el menos bueno, y The Count of Tuscany, otra monumental joya que cierra el disco con sus casi 20 minutos de duración.

Mención aparte merece el tema The Shattered Fortress, por lo buenísimo que es y por la historia que encierra. Resulta que el batería del grupo, Mike Portnoy, siguió el sistema de 12 pasos de Alcohólicos Anónimos para superar su adicción a empinar el codo. Este periplo personal ha ido plasmándose musicalmente a través de varias composiciones incluidas en sus anteriores discos, que culminan en Black Clouds... con The Shattered Fortress, paso número 12 y final del programa de rehabilitación. El tema es sencillamente genial, pues se trata de una especie de collage donde suenan partes reelaboradas de las entregas anteriores a modo de colofón, con pasajes sencillamente bestiales como el comienzo del tema, en plan locomotora que lo arrolla todo a su paso. El conjunto de todos estos temas dedicados a las consecuencias de abusar del bebercio tiene nombre: 12 steps suite, y no me extrañaría nada que pronto salga a la venta un cd. con el trabajo completo, así como que la banda lo toque entero en sus conciertos, si es que no lo han hecho ya.


Termino ya, que voy de cabeza a la enésima inmersión en este discazo. Quizá descubra con esta nueva escucha que el mejor tema no es The best of times, sino The Count of Tuscany... o cualquier otro, que las obras maestras tienen esas cosas. Eso sí, antes de terminar proclamo a los cuatro vientos que Dream Theater son ahora mismo, y desde hace ya años, la mejor banda de rock del planeta. No puede ser de otra manera dada la tremenda creatividad que demuestran disco tras disco y reuniendo en sus filas a los mejores instrumentistas posibles. John Myung al bajo, Jordan Rudess a los teclados, John Petrucci a la guitarra y Mike Portnoy a la batería hacen que el voceras James Labrie parezca solo un buen cantante. Dicho esto, mirad el vídeo de Wither, y disfrutad.

(Por el momento, no hay posibilidad de insertar el vídeo, así que ahí va el enlace)


http://www.youtube.com/watch?v=-boKk8uhmcY

27 de mayo de 2010

Una peli - El Secreto (2006)

0 / 10

Sólo hay que echar un ligero vistazo a las últimas (y escasas) entradas del blog para comprobar el tiempo que hace que no subo reseñas sobre películas. La vagancia general que me atenaza se acentúa en lo que a críticas cinematográficas se refiere. No quiero decir con esto que vaya a dejar de publicar entradas al respecto, pero creo que éstas se producirán sobre todo en el caso de películas que tengan algún aspecto que las haga, digamos, diferente, y que por alguna razón me hallan dejado huella. Por lo pronto es hora de criticar, en el sentido más negativo del término, este Secreto venido a menos.

Hace unos meses recaló en casa, en forma de regalo cumpleañero, un librito de singulares proporciones y atractiva portada al que, francamente, le presté poca atención. No obstante, un par de ojeadas sirvieron para entrever que el tema principal del libro era algo así como que todo aquello que quieras lo obtendrás pensando intensa y repetidamente en que realmente lo consigues. El alentador fenómeno estaba relacionado con lo que en el libro se denominaba Ley de la Atracción, que viene a decir que lo semejante atrae a lo semejante; que el Universo te da lo que tú le pides. La cosa no pasó de ahí, y el pequeño volumen andará perdido en algún cajón o estantería, sin que haya recibido el más mínimo crédito de su propietario. No pasó mucho tiempo hasta que me enteré de que había una película basada en el libro (luego resultó que fue primero la peli y luego el libro), excelente oportunidad, pensé, para profundizar en el tema sin perder el tiempo que hubiera empleado en la lectura. El emule hizo el resto. No pretendo fomentar el pirateo, pero en este caso la descarga ilegal, fraudulenta y descarada de este producto está más que justificada.

La cosa esta tiene formato, dicen, de documental, y comienza con el relato de una mujer, la autora de lo que luego fue el libro, abatida por diversos y graves problemas. Sin explicar muy bien cómo –cosa muy común a lo largo del documental- llega hasta ella El Secreto, que no es otra cosa sino la capacidad que tenemos de atraer hacia nosotros todas las cosas que anhelamos, dejando atrás todo lo que nos perjudica. Pero no creáis que se refieren a esos pensamientos o sensaciones negativas que a veces oscurecen y condicionan nuestras vidas. Parece ser que, siguiendo este método, también conseguirás todas aquellas cosas materiales que desees, porque una de las máximas de El Secreto es que los pensamientos se convierten en cosas. Si tienes un deseo irrefrenable de tener un Ferrari, puedes conseguirlo pensando que ya lo tienes, imaginando que lo conduces y viviendo a tope esa sensación. Por muy lejos que esté de tu alcance, el Ferrari acabará en tu garaje.

Este secreto, según la película, ha sido siempre del conocimiento de grandes personajes a lo largo de la Historia. A él se refirieron, y de él se sirvieron, gente como Platón, Descartes, Beethoven, Benjamín Franklin, Einstein y hasta la Madre Teresa de Calcuta. Y ha sido siempre también motivo de codicia por parte de los poderosos, que vieron en él el instrumento para realizar sus espurias maquinaciones –dominar el mundo y todo eso, amén de ser los únicos en poseer la provechosa sabiduría-. Podemos ver al principio del documental a los “buenos” intentando esconder El Secreto para que no caiga en tan innobles manos. Gracias a sus denodados esfuerzos, El Secreto llega ahora a nosotros, beneficiarios actuales de este saber oculto durante siglos y que nos liberará de todo mal y toda carencia. En el documental van apareciendo diversos profesionales –médicos, escritores, metafísicos, físicos cuánticos, visionarios (?)...- que mirando a la cámara van explicando los pormenores del milenario legado.

Ni que decir tiene que la cosa alcanza unos niveles de poca vergüenza, charlatanería e irracionalidad como nunca había visto antes. Se trata de lo de siempre: un planteamiento absurdo e incongruente que no hay por donde coger, pero que –y bien lo saben los perpetradores de este engendro- siempre encuentra seguidores que aseguran que “a mí me funciona”. En realidad ni siquiera se trata de un documental, sino que tiene más bien la apariencia de esos programas comerciales que ponen en la tele de madrugada, en los que actores contratados te hablan de las maravillas del último aparato para tener unos abdominales impresionantes o un pene más largo. Juro que llegué a creer que se trataba de una parodia sobre temas esotéricos, tal era la desfachatez que me transmitía esta basura. Pero no. Llegan a afirmar que siguiendo este método te puedes curar un cáncer terminal o cualquier otro mal extremo, lo que ya supone traspasar claramente la línea de lo permisible, porque una cosa es que los problemas y dificultades que nos da la vida se aborden mejor desde una perspectiva positiva y un buen estado de ánimo, y otra presentar este dislate como remedio para enfermedades devastadoras.

Esta película y su secuela literaria tuvieron un relativo éxito de difusión, y por supuesto de ventas. Y hablando precisamente de ventas, mientras te haces rico a la carta puedes visitar la web de esta descarada operación de marketing e ir adquiriendo artículos que facilitarán tu acceso al éxito y a la abundancia: cursos y libros de autoayuda, ionizadores de aire, productos de belleza y salud... toda una gama de cosas inservibles en las que te puedes dejar un número respetable de Euros. Eso sí, multiplica esos Euros despilfarrados por 100.000, piensa intensamente en ellos y en poco tiempo los tendrás ingresados en tu banco. No falla.

Por supuesto, paso de facilitar enlaces y de poner vídeos. Que les den... Mi único objetivo con esta crítica era poner verde este impresentable y vomitivo producto.

Y ahora, espero que el Universo no se mosquee conmigo.

23 de mayo de 2010

Un disco - Elliot Murphy: Notes From The Underground (2008)

8,5 / 10

Recuerdo una noche de hace ya varios años en la que, practicando las dos aficiones favoritas de todo bípedo hispano –tumbing y zapping, cuáles si no- recalé casi sin querer en la 2 de TVE – conciertos de Radio3- mientras un tipo alto y enjuto, ataviado con un bombín que cubría parcialmente sus lacias melenas rubias y acompañado de una magnífica banda, interpretaba lo que me parecieron bellísimas canciones. Se trataba de Elliot Murphy y su banda, The Normandy All Stars y ... Pero un momento ¿quién es este tipo? ¿lo conocemos de algo?

Para abreviar, y en un descarado alarde de comodidad por mi parte, copiaré parte de una reseña sobre él que encontré en Intenné, concretamente en
http://cuantoyporquetanto.com/htm/planetasonoro/cronicas/elliotmurphy.htm y firmada por Patricia Ramos –agradecido, Patri-, ideal para hacerse una idea del personaje con solo unas cuantas líneas. Ahí van:

“Neoyorquino afincado en Paris, rockero convencido y poeta romántico donde los haya, tiene mas de 25 álbumes publicados a sus espaldas desde 1973. Sí, has leído bien. No se habla tanto de sus influencias si no de su lista interminable de admiradores, entre los que se encuentran gurús de la talla de Lou Reed, Tom Petty, Elvis Costelo, R.E.M. o el mismísimo Bruce Springsteen. Y con todos estos datos ¿por qué no es el Nº 1 en las listas de música comerciales en todo el mundo? Porque precisamente le sobra talento y coherencia para no adaptarse a ese mercado avaricioso y sin sentido que algunos confunden con EL ÉXITO. Todo un Señor.”

La cosa es que, varios días después, carteles anunciando un concierto de este hombre aparecían en algunos puntos de Cádiz. Así que allí estábamos mi parienta y yo en el día y a la hora señaladas en el Teatro Moderno de Chiclana, para asistir a lo que fue un memorable recital. Para esta ocasión el bueno de Elliot se hizo acompañar solamente del genial guitarrista Olivier Durand, algo así como su fiel escudero, en un concierto acústico reducido a la mínima expresión, y la verdad es que nunca he visto transmitir tanto con tan poco. Bellísimos temas de tono calmado e intimista alternaban con otros más cañeros, dentro de la caña que pueden meter dos simples guitarras acústicas. Al final, el respetable –que para mi sorpresa casi llenaba el recinto- puesto en pie, premiaba a los artistas con una de las ovaciones más largas e intensas que he oído en mi vida.

Notes From the Undergroud es su último disco de estudio –porque ya tiene en la calle un nuevo directo: Alive in Paris. En total son ya 30, que se dice pronto- y es una pequeña maravilla. Once canciones de distintos ritmos, pero que nunca abandonan el contexto de belleza y tranquilidad donde el compositor se encuentra más a gusto. Unos hermosos temas, ideales para dejarse llevar por senderos ahora melancólicos –The Valley Below, On my mind, Crepuscule...-, ahora un poco más movidotes –And General Robert E. Lee, What’s That, Razzmatazz...-, pero siempre con la delicadeza como leif motiv. Precisamente pensaba poner un vídeo de su última aparición en los conciertos de Radio3, donde al parecer disfrutan bastante de sus actuaciones, y donde interpretó The Valley Below, una preciosa canción, para mí quizá la mejor del disco. Iba a ponerlo, decía, pero ha sido quitado de Youtube, por aquello de "infracción de los términos de uso". Qué le vamos a hacer. Nos consolaremos con éste otro donde interpreta, en solitario, On Elvis Presley’s Birthday, uno de los temazos que tuve la suerte de disfrutar en aquel inolvidable concierto de hace unos años.

Elliott Murphy, el músico y el poeta. Lo dicho: todo un Señor.



VídeoLink: Hipnosis canina

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29 de marzo de 2010

Un libro: Ensayo sobre la ceguera - José Saramago (1995)

8/10

Como casi todo hijo de vecino, quien esto escribe – individuo poco versado, triste verdad, en literatura- tenía conocimiento de la existencia de un escritor portugués llamado José Saramago. Los medios de comunicación españoles siempre le han tenido bastante en cuenta, llevando al dominio público los habituales homenajes que se le brindan, su acérrima militancia comunista, sus frecuentes rifirrafes con la Iglesia Católica y, como no, el Premio Nóbel de 1998. Para paliar en lo posible tan acusada falta y atendiendo una oportuna recomendación, nada mejor, pensé, que atacar la lectura de Ensayo sobre la ceguera, título responsable de la concesión del Nóbel, y cuya reducida sinopsis paso a reproducir.

Son un país y una ciudad desconocidas, en un periodo indefinido pero actual. Un hombre que espera en un semáforo reclama ayuda desesperado porque, repentinamente, tiene la sensación de estar sumergido en un mar de leche. Lo ve todo blanco: se acaba de quedar ciego. Alguien le acompaña a casa y posteriormente es llevado por su mujer a un oculista, donde esperan varias personas a ser atendidas. Poco después, todas estas personas están ciegas. Las autoridades bautizan el fenómeno como Mal blanco, y pronto los afectados, que empiezan a multiplicarse, son considerados como apestados a los que hay que aislar a toda costa. Un viejo manicomio abandonado carente de las mínimas condiciones de habitabilidad será el destino de los enfermos, sometidos a vigilancia militar dispuesta a acabar con todo aquél que pretenda salir del recinto. Conforme el mal se va extendiendo implacable, la gente desciende a unos niveles de bajeza e indignidad inimaginables. Pero la nobleza humana siempre se abre camino, gracias en este caso al espíritu de lucha de la única persona a la que no le ha afectado la infame plaga.

Ensayo sobre la ceguera es una novela impactante, impresionante, brutal. Relata cruda y despiadadamente un argumento que no por improbable resulta menos aterrador. Aunque –a pesar del título- se trata de una ficción, la historia contiene todos los mensajes que sobre el hombre y su relación con el entorno se quieran extraer. Ahí va el mío:
El ser humano desarrolla su existencia en medio de un delicado equilibrio al que la más mínima tara puede afectar de forma definitiva. A menudo nos preguntamos qué sería de nosotros sin toda esa tecnología que utilizamos para organizar y controlar nuestras vidas, o qué pasará el día que se agoten los recursos energéticos de los que dependemos. Pero rara vez nos planteamos qué ocurriría si perdiéramos los mecanismos perceptores de todo lo que nos rodea. La vista es la reina de todos esos mecanismos, porque la humanidad podría salir adelante si perdiera la capacidad de captar sabores, aromas, texturas o sonidos, pero si perdiéramos la capacidad de ver, las consecuencia serían muy cercanas a lo que nos cuenta Saramago: El desgobierno llegaría a ser total; los servicios –agua, gas, electricidad, transportes, recogida de residuos...- dejarían de funcionar; los alimentos se agotarían sin posibilidad de reposición; el hambre sacaría a familias enteras de sus domicilios, a los que luego no podrían volver por no poder reconocer el camino de retorno; muchos no serían capaces de llegar a un lugar adecuado donde evacuar, con lo que pronto montones de inmundicias inundarían cada rincón... El caos absoluto, la debacle total, y un camino probable hacia la extinción de nuestra especie.

Si la historia es en sí misma deprimentemente atractiva -permítaseme el contradictorio calificativo-, qué decir de la forma de escribir de Saramago. Pues, antes que nada, lo primero que salta a la vista es que el portugués se sirve de un estilo nada convencional, sobre todo en lo que a los diálogos se refiere, ya que no utiliza los típicos guiones para diferenciar cada línea de diálogo, sino que éstas están alojadas dentro de los párrafos, siempre después de una coma y con mayúscula en su comienzo. Además, los personajes carecen de nombre, siendo identificados con alguna característica –la mujer del médico, el primer ciego, el niño estrábico, el ladrón de coches...- Un curioso recurso que, sin embargo, provoca cierta confusión en algunos pasajes, con momentos en los que no se tiene claro cuál de los personajes está hablando. Por lo demás, la prosa de Saramago consigue trasladar al lector toda la carga de pesimismo y desesperanza de los protagonistas (“Tumbados en los camastros, los ciegos esperaban que el sueño se compadeciera de su tristeza”), así como imágenes metafóricas que encontré realmente atractivas (“Ha amanecido el día. El primer sol todavía acecha por encima del hombro del mundo antes de esconderse otra vez entre las nubes”).


Afortunadamente, siguiendo con el argumento de la novela y para finalizar, no todo el mensaje es tan radicalmente negativo. La solidaridad se hace presente en el grupo humano protagonista de la historia, ayudado por el mencionado personaje inmune al mal. A pesar de la extrema situación por la que están pasando sus existencias, del egoísmo y la indiferencia hacia los demás reinantes, el grupo humano se las va apañando para sobrevivir. Atrás van dejando sus esperanzas y gran parte de su dignidad, aguantando a durísimas penas la dramática situación y con la esperanza de que, algún día, las nubes se abran y dejen pasar los rayos del sol de la esperanza –metáfora poco currada, ya lo sé-, cosa que, por supuesto, no voy a desvelar si finalmente ocurre o no.

26 de febrero de 2010

Un disco - Tesla - Forever More (2008)

9,5/10

¿Recordáis aquellos años en los que a todo kiski le daba por grabar conciertos unplugged?. Sí, hombre, sí. Prácticamente no hubo artista o grupo que no editara un álbum conteniendo sus mejores temas en plan acústico. La tendencia se mantiene hasta nuestros días, pero fue sobre todo en los 90 cuando experimentó su auge, con algunos buenos trabajos y otros que los artistas de turno se podrían haber ahorrado. Pues bien, los californianos Tesla fueron los primeros en cortar la corriente de sus amplis para ofrecer al mundo su directo Five man acustical jam, que tuvo una buena repercusión mundial, llegando a enganchar aquí algún tema en los 40 principales, nada menos.

A mí, que por aquella época estaba en plena y duradera efervescencia metalera y que no conocía de nada a la banda, el Five man... me pareció algo totalmente prescindible. ¿Temas rockeros sin electricidad? pensaba yo. Joder, era algo así como el tequila sin alcohol o el bocata de chorizo sin chorizo, y más viniendo de una banda bautizada con el apellido de uno de los mayores genios en cuanto a aprovechamiento de la corriente eléctrica se refiere. Como resultado me olvidé de ellos, ayudado por el hecho de que la banda salió de circulación por los motivos más usuales en estos casos: drogas y desavenencias. El olvido duró justo hasta que cayó en mis manos este su último trabajo. Forever more es su séptimo disco de estudio y lo primero que se puede decir una vez arrimado el oído, aparte de la buenísima portada con los amantes de Valardo chupando cámara, es que la banda está en un estado de forma apabullante, ofreciéndonos un magnífico Hard Rock cercano al Heavy Metal en muchos de sus pasajes y con un buen toque sleaze presente en casi todos los temas.

Son doce canciones compactas y bien construidos, intensas y muy pegadizas en sus coros, que completan un disco sin altibajos en el que es difícil resaltar temas porque todos rinden a un nivel muy alto. No obstante y para que tú, inquieto internauta asiduo a este blog, las tengas en cuenta, te diré que mis preferidas son Just in case, Fallin’ apart, Breakin’ free y la preciosa Pvt ledbetter, aunque, repito, el disco es buenísimo en su totalidad y se escucha gustosamente de un tirón. Es de esos trabajos que delatan a una banda con experiencia y magníficas maneras de hacer las cosas y que ha servido, en mi caso, para hacerles justicia y ponerme en la pista de su discografía. Aunque lo primero es lo primero y ahora lo que procede es poner algún vídeo. Ahí van dos en los que interpretan, con las huellas de la veteranía y los excesos surcando sus rostros, los temas Breakin’ Free y Fallin’ Apart. Con vosotros, los buenísimos Tesla, esta vez a tope de energía eléctrica.




14 de febrero de 2010

VideoLink: De fanatismos y estupideces

Siguiendo la estela del último vídeolink subido, enlazo con éste a una clarificadora muestra de cómo un fanático religioso aprovecha cualquier ocasión, por dramática que sea, para arrimar el ascua -léase desesperación humana- a su sardina -léase conjunto de absurdeces de creencia obligatoria para todos aquellos con aspiraciones de sentarse a la diestra del Altísimo.
Pat Robertson es un viejito de aspecto venerable y simpático al que, cada vez que abre la boca, se le llegan a entender algunas llamativas expresiones, entre todo esé cúmulo de palabras llenas de retórica pero vacías de contenido que suelen utilizar aquellos que no tienen otro horizonte que el religioso. Pacto con el diablo, castigo divino, conspiración judeo masónica... todo un repertorio de sandeces irracionales fruto de la conexión full time que el iluminado Pat Robertson parece tener con el Todopoderoso. Sorprende un poco, dada la clara separación que allá existe entre religión y asuntos de estado, conocer que este tipo pudo ser presidente del país más poderoso del mundo hace un par de décadas. O quizá no sorprenda tanto, si recordamos las continuas referencias de George W. Bush al mandato divino de ir a matar irakíes inocentes.

Ya tienen los familiares de las 200.000 víctimas de la catástrofe la respuesta a sus constantes por qués -por qué a mis hijos, por qué a nosotros-. Un dios lleno de amor y benevolencia que se ha limitado a pasarles factura.

Simplemente A-BE-RRAN-TE.


12 de febrero de 2010

Un libro: Gomorra (2007)

7/10

Vedi Napoli et poi mori (ver Nápoles y después morir) es un dicho atribuido a Goethe. Aunque en honor a la verdad no sé el sentido que el alemán le quiso dar a tal aseveración, después de la lectura del libro que nos ocupa me queda claro que la relación entre esa zona del sur de Italia y el hecho de morirse queda más que justificada, y no precisamente debido a una sobredosis de limoncelo.

Recuerdo un viaje a Italia hace unos años, y el paso fugaz por esta ciudad de camino a Pompeya, Capri y otros lugares más o menos cercanos. Recuerdo también que lo poco que vi no me causó precisamente una grata impresión, ni muchos menos. Hablar de suciedad acumulada, monumentos y edificios descuidados y sensación de caos generalizado bien pudiera servir para hacerse una idea de la negativa sensación que, sobre esa parte del mundo, me traje de vuelta en una gira por Italia donde todo lo demás fue maravilloso. Por si fuera poco, la guía que nos acompañaba, que allá donde íbamos nos advertía de la necesidad de no descuidar las mochilas, bolsos, etc., al llegar nos dijo que en Nápoles tendríamos que prestar atención a algo más que nuestras carteras: no debíamos abandonar el grupo de turistas bajo ningún concepto, porque corría peligro nuestra integridad física.

Pero bueno, como casi todo en esta vida merece el beneficio de la duda, tengo que decir que en realidad vi muy poco de Nápoles. Apenas dimos una vuelta por el centro para, posteriormente, dirigirnos al puerto y que un ferry nos acercara a la isla de Capri –donde por cierto me comí el mejor helado de mi vida-, lejos de los supuestos peligros de una ciudad que, seguro, tiene numerosos encantos que ofrecer al visitante. No puede ser de otra forma, siendo como es la cuna de la pizza napolitana, idóneo manjar para llenar la falta de ideas culinarias de un día sin plan de comida.

Y a todo esto, que se me va la pinza viajera, pasamos a comentar este libro que nos habla, de una forma muy documental, de los tejes y manejes de la Camorra, que no es otra cosa que el crimen organizado del sur de Italia, con centro precisamente en Nápoles, pero con mogollón de poblaciones periféricas donde el fenómeno mafioso campa a sus anchas. Mira tú por donde, gracias a Gomorra, me he enterado de las diferentes denominaciones que reciben los diferentes “credos” mafiosos según las regiones donde se asientan. Así, entre otras, la Camorra sería la mafia de la Campania, región de la que Nápoles es capital; la Cosa Nostra la encontramos en Sicilia y la ‘Ndrangheta es el término utilizado para identificar al crimen organizado en la región de Calabria, la punta de la bota que forma la península italiana. El autor, Roberto Saviano, es un napolitano que ha plasmado en forma de libro toda la información sobre la Camorra que ha podido recopilar durante años de investigación y estudio, y que previamente había publicitado en forma de reportajes y artículos. Tal es su conocimiento del tema y tan detallados y escabrosos los pormenores que narra que, tras la publicación de Gomorra, el hombre ha tenido que salir pitando de Nápoles y está permanentemente escoltado ya que, según dice él mismo, “la Camorra tiene una memoria larguísima y es capaz de una paciencia infinita. No hay duda ninguna: seguro que me lo harán pagar; el problema es que no sé cuándo y dónde.”

Página a página, Saviano va desvelando las claves que hacen de aquellas organizaciones poderosos entes bajo los que se confina una masa de afiliados de toda índole, la mayoría de ellos con un denominador común: la falta de perspectiva y de oportunidades. Siendo como es el sur de Italia una zona donde el desempleo y la economía sumergida están a la orden del día, no es de extrañar que la juventud tenga clara la forma de huir de tanta desesperanza. No hay mejores palabras para expresar esta cuestión que las que utiliza el autor. Roberto Saviano dixit:

“¿Por qué caer en la depresión buscando un trabajo que sólo da para malvivir? ¿Por qué acabar contestando al teléfono en un empleo a tiempo parcial? Hacerse empresario. Pero de verdad. Capaz de comerciar con todo y de hacer negocios hasta con la nada… Ser el centro de toda acción, de todo poder. Usarlo todo como medio y a sí mismos como fin. Los que dicen que es amoral, que no puede haber vida sin ética… son sólo los que no han conseguido mandar, los que han sido derrotados por el mercado. La ética es el límite del perdedor, la protección del derrotado, la justificación moral para aquellos que no han conseguido jugárselo todo y ganarlo todo.”

Y así es como la inmensa maquinaria mafiosa siempre dispone de material humano con el que hacer rodar sus siniestros engranajes y llevar a cabo su incesante actividad, que abarca desde el mercado negro de ropa de marca, al tráfico internacional de drogas y armas, pasando por la extorsión directa a empresarios o el vertido ilegal de residuos tóxicos. La mugre y la podredumbre salpican todo el sur de Italia, y raro es el habitante de esa región que –directa o indirectamente- no ha tenido contactos con la Camorra. Policías, jueces, políticos… todos los estamentos del país se han visto alguna vez implicados en escándalos de colaboración con los mafiosos. Anonadado me dejan estas palabras del autor, que dejan ver muy a las claras la influencia del fenómeno mafioso en la política local:

“…la Campania ha batido el récord de ayuntamientos investigados por infiltración de la Camorra. Desde 1991 hasta ahora han sido disueltos nada menos que setenta y un ayuntamientos… Un número elevadísimo, que supera con creces los disueltos en las demás regiones italianas… Tan solo nueve de noventa y dos ayuntamientos de la provincia de Nápoles no han sido nunca objeto de intervenciones, investigaciones y auditorías.”

En fin, que el panorama que pinta el bueno de Roberto Saviano es chungo en grado sumo, y es precisamente en la descripción de la brutalidad que gastan los clanes donde se halla el principal activo de Gomorra, una vez despierto ese diablito morboso que tod@s llevamos dentro. Tiros en la nuca, cuando no despiadados acribillamientos en plena calle, degollamientos, enterramientos con la víctima todavía viva, introducción de cuerpos en ácido para hacerlos desaparecer…, toda una gama de recursos bestiales con el objetivo de hacer pagar cualquier delación o deslealtad al clan.

Gomorra es, en fin, un interesante trabajo que abre los ojos del lector a una realidad de la que, generalmente, apenas se conoce lo que nos cuenta el cine y alguna noticia aislada que nos llega de vez en cuando. El problema es que se trata de un inmenso desfile de datos sobre el fenómeno, con profusión de descripciones de ejecuciones y ajustes de cuentas que empiezan impactando pero terminan cansando un poco. Aun reconociendo el gran documento al que el autor ha dado forma, tengo que decir que algunos capítulos me han resultado un poco espesos. Por cierto, la película que sobre este libro se ha rodado es bastante mala.

13 de enero de 2010

VídeoLink: Sembrando la semilla de la intolerancia

Definitivamente, los Estados Unidos de América es una singular nación. El país más poderoso del mundo, la tierra de las oportunidades, bastión inexpugnable de la democracia... y según muchos, el estado elegido por Dios, aunque habría que preguntarse qué forma de dios, dados los muchos credos que allá existen, y que sólo en el ámbito cristiano cuenta con numerosas variantes: católicos, luteranos, episcopalianos, anabaptistas, presbiterianos...

Frente a la, al menos en apariencia, diversidad y multiculturalidad de las grandes urbes donde se puede decir que hay de todo, existe también el severo semblante de la América profunda. Aquella que esconde el germen de la intolerancia, del racismo y de la exclusión. Poblaciones donde ser negro, judío o comunista, y no digamos ateo, puede llegar a ser un gran problema, y donde el concepto WASP (blanco, anglosajón y protestante) se lleva muchas veces hasta las últimas consecuencias.

Este vídeo es una buena muestra de esos oscuros Estados Unidos. Según revelación directa de la mismísima Wikipedia, Jesus Camp es “un documental de 2006 sobre un campamento de verano Pentecostal/Carismático –ahí va otro curioso credo religioso- para niños que pasan sus veranos aprendiendo y practicando sus dones proféticos, y a los que se les enseña que ellos pueden devolver a América a Cristo.”

Niños en pleno éxtasis religioso, que entre lágrimas y convulsiones levantan el puño clamando por el León de Judá; adoctrinamiento brutal –“esto significa guerra”, exclama una y otra vez una de las jerifaltes- en aras de dar forma a una generación fanática y excluyente; lavados de cerebro masivos para alimentar la alimaña del fundamentalismo más radical, tanto religioso como político, porque ahí están las cabezas “pensantes” animando a los críos a bendecir –en este caso, un mero eufemismo de adorar- una imagen de Bush. El objetivo: meternos a su dios hasta nuestras médulas; convertir a la humanidad en una masa zombificada que solo atienda lo que dicen sus sagradas escrituras.

A modo de clarificadora muestra he subido la sexta parte del documental, que se encuentra disponible íntegramente en You Tube, pero conviene verlo en su totalidad, ya que las perlas están repartidas por todos los capítulos. En uno de ellos le dicen a los críos que Harry Potter es un mago y que, como tal, el dios del Antiguo Testamento lo hubiera matado.

Como diría aquel de la boina y el bastón: ¡vaya panda de venaos!