31 de julio de 2010

Me alegro.

Que conste que no derramaba lágrimas de sufrimiento por tantos toros masacrados y que nunca participé activamente en campañas organizadas al respecto. Tampoco ahora estoy tocando las palmas con las orejas ni he salido a la calle portando ningún slogan reivindicativo. Pero qué queréis que os diga, a pesar de todo:

...De lo politizado que pueda estar el asunto –qué no lo está a estas alturas-.

...De la gente que irá al paro –o que simplemente tendrá que reciclar su actividad económica-.

...De la, según muchos, identidad nacional tan seriamente dañada –eso pasa cuando se habla en nombre de todo un país-.

...De esas dehesas que se perderán sin remedio –ya se perdían incluso con el toro de lidia en ellas. Además, las administraciones se podrían encargar de protegerlas, como hacen con los parques naturales-

...De la extinción de una especie –que fue creada expresamente para ser masacrada-

...De que digan que quien está a favor de la abolición también apoya el aborto, y otros sinsentidos –yo personalmente estoy a favor de que la mujer pueda decidir durante un (corto) tiempo si lo que tiene en su vientre va para adelante o no pero... ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?-.

A pesar de todo, decía, me alegro mucho de lo que ha pasado en Cataluña. De que la barbarie que supone encerrar a un animal en un recinto y hacerle perrerías hasta su muerte atroz haya dado sus primeros pasos hacia la erradicación. Me alegro.

Y mira que lo he intentado. He procurado verlo desde el otro punto de vista; intentar vislumbrar la idea de que tampoco es para tanto y que total, que por unos animales expresamente concebidos para la plaza, que viven como reyes y que al fin al cabo terminan en nuestros estómagos no había que ponerse así. Pero qué va. Siempre que me asomo a un reportaje sobre corridas de toros termina pasando lo mismo: veo crueldad y ensañamiento por todos lados. No veo arte, veo salvajismo. Veo... esto:





Me alegro.

(Las fotos son de http://www.boston.com/bigpicture/)

Un libro - La Ciudad de los Prodigios - Eduardo Mendoza (1986)

6,5 / 10

Con solo trece años, Onofre Bouvila recala en la ilusionada Barcelona donde se está fraguando la Exposición Universal de 1888. Llega huyendo del hambre y de unas expectativas familiares no satisfechas. Allí, a base de algo de astucia, pocos escrúpulos y mucha crueldad, logra no sólo salir adelante, sino convertirse en una de las personas más influyentes de Cataluña primero y España después, llegando a tener influencia internacional. Repartidor de octavillas anarquistas, vendedor de crecepelo, traficante de armas o simplemente ladrón, para este extraño personaje aquellos que se cruzan en su camino son sólo los peldaños de la escalera que le ayudará a subir a lo más alto. Un extraño y despiadado trepa dispuesto a todo con tal de conseguir sus fines. Mientras todo esto acontece, Barcelona, la otra protagonista de la novela, va definiendo su identidad para convertirse en la ciudad moderna y progresista que hoy conocemos.

Extraño personaje para una extraña historia, bastante diferente a la que esperaba en un principio. Hasta ahora, en todo lo que había leído de Eduardo Mendoza encontré dos características principales: un sentido del humor como pocas veces se da en novela y una excelsa retórica. Con ambas disfruté en extremo (ahí está El misterio de la cripta embrujada como mejor ejemplo). Pues bien, ni una cosa ni otra están presentes en La ciudad de los prodigios en la medida deseada. El humor aparece muy esporádicamente, mediante las clásicas situaciones absurdas que el autor sabe construir como nadie, y la retórica brillante también me pareció minimizada en exceso. Es una narración donde el interés se muestra de forma intermitente y discontinua, y con momentos en los que, en mi opinión, se alarga innecesariamente. Para menoscabo de la narrado sobre Onofre Bouvila y sus circunstancias, debo decir que los momentos más interesantes se corresponden con aquellos en los que los protagonistas son Barcelona y los acontecimientos históricos con ella relacionados, que encontré realmente interesantes y bien escritos.

Concluyendo, que esta reputada obra del gran Eduardo Mendoza me ha dejado un poco frío, sin duda debido a las grandes expectativas que había puesto en ella. Con todo, no deja de ser una historia bien escrita y a ratos amena, con ocasionales muestras de la maestría del autor. Los vaivenes de la historia me hacían pensar, mientras avanzaba en la narración, que Mendoza no tenía un guión fijo, sino que la improvisación ha tenido mucho que ver en el día a día de esta obra que no será, por supuesto, la última que me eche a la vista de este grandísimo escritor.

25 de julio de 2010

2 discos de Metal Extremo 2


1 2

1.- God Dethroned - Passiondale (2009)

10 / 10

Por muchas películas de guerra que veamos y por muy realistas que éstas sean en cuanto a imágenes descarnadas, nunca podremos hacernos una idea de lo que una batalla, un choque entre dos ejércitos, implica. Y mucho menos si el acontecimiento alcanza los niveles de brutalidad registrados en las proximidades de la población belga de Passchendaele, donde entre julio y noviembre de 1917 ejércitos aliados y tropas del II Reich alemán tuvieron un cambio de impresiones algo elevado de tono. El resultado, aunque siempre hubo controversia al respecto, habla de hasta 900.000 muertos y lisiados, en un pantanoso entorno de frío, lluvia y barro. Un infierno inconcebible para nuestras acomodadas existencias, que lo más cerca que han estado de la guerra fue cuando jugábamos al “Hundir la flota”. Y que dure, que dure...

Tan negra jornada para la humanidad también merece, por supuesto, su correspondiente disco conceptual, que es precisamente lo que nos trae este furibundo combo holandés. Los ya veteranos God Dethroned practican ese visceral Death Metal tan en boga desde hace años que, en mi opinión, adolece de un gran defecto: es difícil dar con un disco realmente bueno en su totalidad. La mayoría de trabajos de este palo ofrecen un par o tres de buenos temas, oscilando el resto entre lo pasable y el simple y llano coñazo. Voces guturales y riffs brutales proclives al aburrimiento y al dolor de cabeza, resultado lógico de repetir una y otra vez la misma fórmula.

Pero hasta aquí llegó la cosa, y este Dios Destronado ha venido a hacer justicia y a detonar un artefacto repleto de metralla de la mejor calidad. Passiondale –adaptación británica de Passchendaele- es una apisonadora con la que sentirás tus huesos crujir bajo el peso aplastante del Death Metal más devastador pero a la vez más accesible que se haya compuesto nunca. A través de sus sublimes 38 minutos, God Dethroned te llevarán en volandas al mismo centro de la masacre, que empieza justo después de una muy apropiada y envolvente intro –The Cross of Sacrifice- y da paso a una sucesión de cañonazos asesinos que desparramarán tus sesos por las paredes más cercanas. Under a Darkening Sky, Poison Fog, Drowning in Mud, No Survivors, Behind Enemy Lines… los títulos lo dicen todo sobre unos temas que consienten con cuentagotas la presencia de algunas partes melódicas que contribuyen a acentuar el aspecto dramático de la historia.

Difícil me resulta decir nada más sobre este sensacional disco, que sólo entiende de ser introducido en tu reproductor y detonado cual mortífero obús alojado en su recámara. Para abrir boca y provocar la oportuna alteración cardíaca, aquí os dejo el vídeo de Poison Fog –en referencia a los gases venenosos empleados en la batalla-, uno de los mejores temas del álbum, ideal para hacerse una idea de por donde van los tiros, nunca mejor dicho. Atención al visceral comienzo y las partes melódicas central y final.

Agazápate en la trinchera, protégete el cráneo y el paquete -el intestinal- ... y dale al play


2.- Ablaze in Hatred – The Quietude Plains (2009)
8,5 / 10

¿Estás en medio de una mala racha? ¿Tu pareja te ha dejado sol@ ante la hipoteca? ¿Se te ha muerto el canario? ¿Eres víctima del último recorte salarial? Resumiendo: ¿Estás deprimido, pero deprimido de verdad? ¿No le ves mucho sentido a tu existencia? Pues bien: Este NO es tu disco. Te ruego encarecidamente que no lo escuches, o de lo contrario "la sangre de tu tristeza contigo paseará" (Gabinete Caligari dixit.)

It is time to call the moaner of your bereavement.
Helpless are the steps, so long is the path
to your death, to the closure of life


(Es hora de llamar a la plañidera de tu duelo.
Impotentes son los pasos, tan largo es el sendero
a tu muerte, a la clausura de la vida.)


Ablaze in Hatred son un grupo finlandés que practican Doom Metal, una rama del Metal más extremo especializada, entre otras cosas, en transmitir sensaciones de desasosiego existencial, desesperanza y bajonazo anímico total. En pocas palabras, de no tener ganitas de ná. Para ello se sirven casi de forma exclusiva de ritmos abrumadoramente lentos y pesados, musicando así aspectos como la tortura del alma, el ocaso del placer, la inminencia del doloroso pero inexorable final... Eso sí, de alguna manera estos tíos se las arreglan para que todo este catálogo de penalidades suene con una belleza tan extraña y desasosegante como atmosférica y embriagadora. Es la melodía del alma atormentada, de la triste resignación a la pérdida de toda dicha.

How any life could ever see
the light here in the deep?

(Cómo podría alguna vida alguna vez
ver la luz aquí, en lo profundo?)


The Quietude Plains es su segundo trabajo –el primero también es buenísimo-, y obviamente no es un tipo de música para poner en cualquier sitio, a no ser que quieras que tus amigos te miren raro –algo a lo que uno ya está acostumbrado, dicho sea de paso-. Ablaze in Hatred no van a llenar estadios ni pabellones, así como tampoco van a vender millones de discos, algo habitual por otra parte en estos estilos. Quizá por eso no les llegue para hacer un vídeo promocional al uso, por lo que sólo queda poner el típico de imagen fija y dar un paseo a través del silencio.

8 de julio de 2010

Trilogía sobre Publio Cornelio Escipión, Africanus - Santiago Posteguillo



1 - Africanus. El Hijo del Cónsul (2006)

2 - Las Legiones Malditas (2008)

3 - La Traición de Roma (2009)

10 / 10


Hacía tiempo que no ponía nada sobre lecturas, y aquí está la explicación. Unas 2.500 páginas llenas de épica y honor, de intrigas y traiciones, de crueldad y magnanimidad y de sangre, mucha sangre, en el contexto de uno de los conflictos quizás más decisivos que en la Historia se hayan dado, han tenido la culpa del retraso. Poco coherente hubiera sido comentar por separado cada uno de estos volúmenes, habida cuenta de la clara (y lógica) línea argumental que esta trilogía sigue. He preferido concluir el segundo volumen –ahora lo explico- para hacer un comentario sobre la historia en su totalidad, que abarca toda una agitada y apasionante existencia, como fue la que vivió Publio Cornelio Escipión, Africanus, el mayor general de la historia de Roma, quizá sólo superado posteriormente por el más “mediático” Julio César.

De momentos decisivos, puntos de inflexión y encrucijadas históricas está nuestra existencia repleta. Nunca sabremos qué hubiera pasado en determinados momentos de la Historia de la Humanidad en los que el devenir de los acontecimientos dependió, quizá, sólo de pequeños detalles: decisiones –aciertos, errores, suerte...- que determinaron la posterior dirección de los hechos en un sentido u otro, especialmente en lo que al campo de batalla se refiere. Así, sólo podemos especular con el semblante que mostraría hoy Europa si el Islam no hubiera sido frenado en Poitiers por Carlos Martel en 732 ó en Viena casi 800 años después. Y si las tropas aliadas no hubieran conseguido doblegar la locura expansionista de Hitler, desembarco en Normandía mediante, ¿cómo sería hoy la vida en Occidente?

Como sólo soy un frecuente lector de textos relacionados con la Historia no pretendo, ni mucho menos, erigirme en entendido sobre este tema en cuestión, con lo cual, y pese a que procuro documentarme respecto de las cosas que aquí escribo, seguramente meteré algún que otro patazo. Puede que uno de ellos sea considerar las Guerras Púnicas en su conjunto como un hecho decisivo en la Historia, equiparándolo a los ejemplos antes mencionados. Sin embargo, y a la luz de la lectura de esta trilogía, no puedo dejar de plantearme qué hubiera pasado si el resultado de esa contienda hubiera sido finalmente favorable a Cartago, teniendo en cuenta el inmenso legado cultural que dejó Roma para la posteridad de Occidente y las profundas diferencias con la potencia rival. Una vez más, sólo podemos especular con lo que hubiera pasado en ese caso.

Bueno, pues tenemos al personaje de Escipión Africanus como eje central de la obra, basada en su vida y también en buena parte de la denominada Segunda Guerra Púnica, con Cartago intentando recuperarse del batacazo sufrido en la primera de esas guerras. Para ello, los descendientes de los fenicios ponen sus ojos en la fértil Hispania –que ya era un apetecible destino turístico por aquella época-. Los cartaginenses se empeñan en tomar Sagunto, aliada de Roma aunque dentro del pactado radio de acción cartaginés. Roma conmina a Cartago para que deponga su actitud, ésta se niega y... Casi al mismo tiempo, al otro lado del mundo, Antíoco III de Siria va dando forma en su cabeza a la idea de recuperar los territorios que pertenecieron al imperio de Alejandro Magno, mirando con desdén el creciente poderío de aquella ciudad que se impone en Occidente.

A partir de ahí, comienza un relato de un enorme poder de seducción, novelando de forma magistral una epopeya tras otra, y donde también alcanza gran protagonismo, como no podía ser de otra forma, Aníbal, el líder absoluto del ejercito cartaginés. El general que, cruzando los Alpes con su gigantesco ejército y su manada de elefantes, puso en jaque a la misma ciudad de Roma, cuya población llegó a recurrir al sacrificio humano para ganar el favor de los dioses ante la amenaza real de su destrucción. Comienza también el rosario de intrigas entre los diferentes grupos senatoriales, con Fabio Máximo y luego Marco Porcio Catón encabezando con su retorcida astucia la facción enemiga de los Escipiones. Un intenso periodo de la historia de Occidente narrado a la perfección, que te traslada al mundo conocido del siglo III AC.; a las calles de Roma, a su Senado; a las abruptas junglas que cubrían la Hispania todavía por conquistar; al abrumado y decadente Egipto gobernado por los Ptolomeicos; a las amplias llanuras de Anatolia, dominadas por Antíoco III y su caballería acorazada; a campos de batalla donde inmensos ejércitos chocan con una brutalidad inimaginable, dejando montañas de cadáveres pasto de los buitres...

A pesar de la clara línea narrativa de la trilogía, no veo imprescindible seguir los volúmenes en el orden de publicación. De hecho, comencé por el tercero –regalazo de Reyes-, y terminé por el segundo. Con habilidad, el autor –al que desconocía por completo y por el que declaro mi rotunda admiración- te va poniendo al día de los acontecimientos previos. Otro punto más a favor de un trabajo que va más allá de la novela al uso: un auténtico legado cultural fruto de una inmensa labor, que ha sabido combinar con maestría historia y ficción.