31 de julio de 2010

Un libro - La Ciudad de los Prodigios - Eduardo Mendoza (1986)

6,5 / 10

Con solo trece años, Onofre Bouvila recala en la ilusionada Barcelona donde se está fraguando la Exposición Universal de 1888. Llega huyendo del hambre y de unas expectativas familiares no satisfechas. Allí, a base de algo de astucia, pocos escrúpulos y mucha crueldad, logra no sólo salir adelante, sino convertirse en una de las personas más influyentes de Cataluña primero y España después, llegando a tener influencia internacional. Repartidor de octavillas anarquistas, vendedor de crecepelo, traficante de armas o simplemente ladrón, para este extraño personaje aquellos que se cruzan en su camino son sólo los peldaños de la escalera que le ayudará a subir a lo más alto. Un extraño y despiadado trepa dispuesto a todo con tal de conseguir sus fines. Mientras todo esto acontece, Barcelona, la otra protagonista de la novela, va definiendo su identidad para convertirse en la ciudad moderna y progresista que hoy conocemos.

Extraño personaje para una extraña historia, bastante diferente a la que esperaba en un principio. Hasta ahora, en todo lo que había leído de Eduardo Mendoza encontré dos características principales: un sentido del humor como pocas veces se da en novela y una excelsa retórica. Con ambas disfruté en extremo (ahí está El misterio de la cripta embrujada como mejor ejemplo). Pues bien, ni una cosa ni otra están presentes en La ciudad de los prodigios en la medida deseada. El humor aparece muy esporádicamente, mediante las clásicas situaciones absurdas que el autor sabe construir como nadie, y la retórica brillante también me pareció minimizada en exceso. Es una narración donde el interés se muestra de forma intermitente y discontinua, y con momentos en los que, en mi opinión, se alarga innecesariamente. Para menoscabo de la narrado sobre Onofre Bouvila y sus circunstancias, debo decir que los momentos más interesantes se corresponden con aquellos en los que los protagonistas son Barcelona y los acontecimientos históricos con ella relacionados, que encontré realmente interesantes y bien escritos.

Concluyendo, que esta reputada obra del gran Eduardo Mendoza me ha dejado un poco frío, sin duda debido a las grandes expectativas que había puesto en ella. Con todo, no deja de ser una historia bien escrita y a ratos amena, con ocasionales muestras de la maestría del autor. Los vaivenes de la historia me hacían pensar, mientras avanzaba en la narración, que Mendoza no tenía un guión fijo, sino que la improvisación ha tenido mucho que ver en el día a día de esta obra que no será, por supuesto, la última que me eche a la vista de este grandísimo escritor.

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