Decir que espero impaciente la entrega anual de Woody Allen sería mucho decir, pero sí es cierto que, desde que siendo un barrilloso adolescente ví La última noche de Boris Grushenko, el neoyorkino se hizo un hueco en mis preferencias cinematográficas. En aquellas primeras películas de los 70 primaba sobre todo el humor, que era precisamente lo que seguí buscando en sus trabajos. Luego llegarían las reflexiones filosóficas, el culto a la hipocondria y los líos parejiles (parejil: de pareja) que, no obstante, tampoco están ausentes en esos primeros títulos.
Precisamente esa búsqueda del brillante humor que Allen desarrolló en sus inicios, provocó que algunos de sus ulteriores trabajos no me gustaran en absoluto. Zelig, Días de radio o Hannah y sus hermanas eran películas de otra índole e hicieron que me olvidara de él durante años. ¡¡Craso error!! Posteriores visionados de esos y otros títulos gracias, en buena parte, a las facilidades que nos proporciona cierto cuadrúpedo de largas orejas, me demostraron que las calificaciones de las películas de Woody Allen oscilan entre lo bueno (Otra mujer, Misterioso asesinato en Manhattan...) y lo excelente (Rosa púrpura del Cairo, Balas sobre Broadway...). Y así, año tras año, Allen nunca decepciona. Si acaso, te podrá dejar con algo de miel en los labios al no llegar al pico de calidad que cada cierto tiempo alcanza, considerando quien esto escribe Match Point como su último gran trabajo.
Y así seguirá siendo al menos hasta la siguiente entrega, ya que Vicky Cristina Barcelona no pasará a formar parte del Panteon del Cinéfilo. Más bien al contrario, está destinada a diluirse cual azucarillo en el vasto océano de la filmografía de Woody Allen. Aunque la valoro bastante mejor que el boca a boca de los lunes mañanero-laborales, tengo que decir que la película adolece de la falta de todas esas cosas que elevan a única la experiencia de ver un trabajo de Allen, a saber: humor inteligente, conversaciones brillantes, frases ingeniosas y filosofía de subsistencia para el devenir diario. En su lugar, se nos presenta una historia que empieza siendo interesante, un triángulo amoroso representado por los ya conocidos caracteres opuestos (Vicky-equilibrio / Cristina-fogosidad) que tantas veces nos ha propuesto el director, y el elemento desestabilizador hábilmente representado por Bardem. Lo dicho, líos parejiles, que van perdiendo consistencia conforme avanzan, para conventirse en un estéril e intrascendente galimatías sentimental.
Los actores están bastante bien, en especial Bardem, que muestra una vez más su versatilidad, y Rebeca Hull, en su papel de chica estable desestabilizada. La Johansson cumple eficazmente, lo que no creo que le resulte difícil, dado que siempre ejecuta roles similares. Lo de Penélope es cosa aparte. Nunca fue santo (o santa) de mi devoción. Tampoco es que haya sido una Cruz, pero le han dado un Óscar por su trabajo en una película que empieza a decaer justo cuando ella aparece.
Los dineros aportados por el Ayuntamiento de Barcelona se ven claramente reflejados en el sesgo publicitario que presenta, ya que los más típicos atractivos turísticos de Barcelona están ahí, debidamente mostrados, desde el Parque Güell hasta el Tibidabo. Y ojo, ¿eh? que Vicky es una americana que estudia la cultura catalana (¿?). Para compensar tanto tufillo culé, por ahí andan también Oviedo y Sevilla, y en la banda sonora, donde hubiera encajado perfectamente una sardana, suena Paco de Lucía. ¡¡Congratulémono, ejpañole!!
Precisamente esa búsqueda del brillante humor que Allen desarrolló en sus inicios, provocó que algunos de sus ulteriores trabajos no me gustaran en absoluto. Zelig, Días de radio o Hannah y sus hermanas eran películas de otra índole e hicieron que me olvidara de él durante años. ¡¡Craso error!! Posteriores visionados de esos y otros títulos gracias, en buena parte, a las facilidades que nos proporciona cierto cuadrúpedo de largas orejas, me demostraron que las calificaciones de las películas de Woody Allen oscilan entre lo bueno (Otra mujer, Misterioso asesinato en Manhattan...) y lo excelente (Rosa púrpura del Cairo, Balas sobre Broadway...). Y así, año tras año, Allen nunca decepciona. Si acaso, te podrá dejar con algo de miel en los labios al no llegar al pico de calidad que cada cierto tiempo alcanza, considerando quien esto escribe Match Point como su último gran trabajo.
Y así seguirá siendo al menos hasta la siguiente entrega, ya que Vicky Cristina Barcelona no pasará a formar parte del Panteon del Cinéfilo. Más bien al contrario, está destinada a diluirse cual azucarillo en el vasto océano de la filmografía de Woody Allen. Aunque la valoro bastante mejor que el boca a boca de los lunes mañanero-laborales, tengo que decir que la película adolece de la falta de todas esas cosas que elevan a única la experiencia de ver un trabajo de Allen, a saber: humor inteligente, conversaciones brillantes, frases ingeniosas y filosofía de subsistencia para el devenir diario. En su lugar, se nos presenta una historia que empieza siendo interesante, un triángulo amoroso representado por los ya conocidos caracteres opuestos (Vicky-equilibrio / Cristina-fogosidad) que tantas veces nos ha propuesto el director, y el elemento desestabilizador hábilmente representado por Bardem. Lo dicho, líos parejiles, que van perdiendo consistencia conforme avanzan, para conventirse en un estéril e intrascendente galimatías sentimental.
Los actores están bastante bien, en especial Bardem, que muestra una vez más su versatilidad, y Rebeca Hull, en su papel de chica estable desestabilizada. La Johansson cumple eficazmente, lo que no creo que le resulte difícil, dado que siempre ejecuta roles similares. Lo de Penélope es cosa aparte. Nunca fue santo (o santa) de mi devoción. Tampoco es que haya sido una Cruz, pero le han dado un Óscar por su trabajo en una película que empieza a decaer justo cuando ella aparece.
Los dineros aportados por el Ayuntamiento de Barcelona se ven claramente reflejados en el sesgo publicitario que presenta, ya que los más típicos atractivos turísticos de Barcelona están ahí, debidamente mostrados, desde el Parque Güell hasta el Tibidabo. Y ojo, ¿eh? que Vicky es una americana que estudia la cultura catalana (¿?). Para compensar tanto tufillo culé, por ahí andan también Oviedo y Sevilla, y en la banda sonora, donde hubiera encajado perfectamente una sardana, suena Paco de Lucía. ¡¡Congratulémono, ejpañole!!
no me parece tan mala,el final un poco lioso.lo de la ciudad de barcelona es verdad,bien representada y me parece de lujo que este afamado director con expansion mundial la lleve por ahi,con lo que reresenta esta bella ciudad que merce ser vista por todo el mundo.animo!la proxima nos espera.
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