Al bueno de Eastwood le cabe el inmenso honor de ser el primer creador que ve por segunda vez un trabajo suyo comentado en este blog. Supongo que ya debe de estar acostumbrado a los premios, agasajos y atenciones hacia su labor, pero comprendo lo realizado que debe sentirse al comprobar que su obra no pasa desapercibida para este difundidísimo blog, por mucho que la calidad de la misma se haya resentido en sus últimas entregas.
El intercambio (Changeling), cuenta la historia de una desesperada madre (Angelina Jolie) y sus denodados esfuerzos por encontrar a su hijo, desaparecido un 10 de marzo –el día de mi cumple, mira tú por donde- de 1928. Para ello, cuenta con la “eficaz” ayuda del corrupto departamento de policía de Los Ángeles, que trata de convencerla de que un niño que andaba por ahí es su retoño, cosa que ella acepta en un principio, debido al parecido del niño con su hijo y a la tremenda presión a la que se ve sometida. Una vez convencida de lo contrario, la sufrida madre emprende una feroz lucha contra el nauseabundo sistema, apoyada por un reverendo local (John Malkovich), habitual denunciante de los abusos policiales.
La historia se basa en hechos reales, concretamente en los crímenes de Wineville, ocurridos en los años 20 del siglo pasado, y aunque está debidamente deformada en aras de la efectividad de cara a la gran pantalla, es fiel a los argumentos principales, como son la corrupción policial y la consiguiente batalla de la madre contra el sistema. Un capítulo más del oscuro pasado de Los Ángeles, ciudad donde se han gestado muchas de las historias más truculentas de América, algunas de ellas llevadas al cine –sin ir más lejos, el caso de la Dalia Negra, sin mucha fortuna por cierto, de Brian De Palma hace un par de años.
Empezando por lo bueno que tiene esta película, hay que destacar sobre todo a la simpar Jolie –rebautizada para la ocasión como Changelina Jolie-, que realiza un trabajo notable en el que logra algo que, dadas las circunstancias, no debe ser nada fácil: dejar su impactante belleza en un segundo plano. Consigue dotar a su personaje del peso dramático justo, sin caer en ningún momento en el patetismo histriónico. Buena culpa de ello la tienen unos tremendos ojazos que rozan lo irreal, casi siempre humedecidos por lágrimas a punto de irrumpir. Una buena actriz esta bella moza, por cuyos labios, heraldos de su abrumadora hermosura, suspiro. Y que no me vengan con lo de la cirugía estética y todo eso, que la chica ya prometía cuando era apenas una adolescente. Compárese, vía Imágenes de Google, a la Jolie adolescente con la actual y se comprobará que, incluso a esas tempranas edades, la cosa era de quitar el hipo.
Una vez recuperado el resuello, retomo los aspectos positivos haciendo mención de la puesta en escena, que es impecable. Un auténtico viaje a los años 20 al que no se le escapa un detalle, algo que no es de extrañar si leemos un poco sobre el making of de la película y comprobamos que no se escatimaron gastos a la hora de lograr una ambientación perfecta. Un trabajo a la altura de la historia que cuenta, la cual te mantiene en vilo hasta que la cosa, como no podía ser menos dadas las últimas experiencias, decae.
Que es justo lo que le pasa a El intercambio. Tiene el don de involucrarte con el sufrimiento de una madre que desconoce el paradero de su hijo y a la que todo parece volvérsele en contra. Te fascina con una historia que atrapa tu interés, pero que lo va soltando conforme avanza el metraje y acaba por no ser bien contada. A partir de cierto momento, la historia empieza a cobrar el aspecto de esos telefilms de sobremesa con los que Antena3 tortura a los infortunados televidentes que no tienen otra cosa que echarse a la vista. Entonces aparecen escenas y situaciones proclives al efectismo simple, buscando impactar o emocionar al espectador de una forma un tanto burda. Es una pena que no se haya puesto un poco más de cuidado en el acabado de las situaciones, en vez de recurrir al maniqueísmo de siempre, donde en la lucha de los malos contra los buenos, la victoria final, aunque sea moral, siempre es de estos últimos.
¿Conclusión? Pues que con esta película se confirma que estamos en plena pandemia de un virus cada vez más presente en la cosa cinematográfica. Provoca un mal frustrante y fastidioso que se extiende cual gripe porcina y del que se desconoce su medio de transmisión. Desencadena, allá por la mitad del minutaje, una caída en picado de la calidad de la historia que se cuenta, una vulgarización de los medios con los que se pretende conseguir un efecto llamativo en el espectador y una sensación final en éste de pérdida de tiempo –y dinero, según el caso- que termina provocando que, puestos a poner nota, ésta no pase del 6, como es el caso.
El intercambio (Changeling), cuenta la historia de una desesperada madre (Angelina Jolie) y sus denodados esfuerzos por encontrar a su hijo, desaparecido un 10 de marzo –el día de mi cumple, mira tú por donde- de 1928. Para ello, cuenta con la “eficaz” ayuda del corrupto departamento de policía de Los Ángeles, que trata de convencerla de que un niño que andaba por ahí es su retoño, cosa que ella acepta en un principio, debido al parecido del niño con su hijo y a la tremenda presión a la que se ve sometida. Una vez convencida de lo contrario, la sufrida madre emprende una feroz lucha contra el nauseabundo sistema, apoyada por un reverendo local (John Malkovich), habitual denunciante de los abusos policiales.
La historia se basa en hechos reales, concretamente en los crímenes de Wineville, ocurridos en los años 20 del siglo pasado, y aunque está debidamente deformada en aras de la efectividad de cara a la gran pantalla, es fiel a los argumentos principales, como son la corrupción policial y la consiguiente batalla de la madre contra el sistema. Un capítulo más del oscuro pasado de Los Ángeles, ciudad donde se han gestado muchas de las historias más truculentas de América, algunas de ellas llevadas al cine –sin ir más lejos, el caso de la Dalia Negra, sin mucha fortuna por cierto, de Brian De Palma hace un par de años.
Empezando por lo bueno que tiene esta película, hay que destacar sobre todo a la simpar Jolie –rebautizada para la ocasión como Changelina Jolie-, que realiza un trabajo notable en el que logra algo que, dadas las circunstancias, no debe ser nada fácil: dejar su impactante belleza en un segundo plano. Consigue dotar a su personaje del peso dramático justo, sin caer en ningún momento en el patetismo histriónico. Buena culpa de ello la tienen unos tremendos ojazos que rozan lo irreal, casi siempre humedecidos por lágrimas a punto de irrumpir. Una buena actriz esta bella moza, por cuyos labios, heraldos de su abrumadora hermosura, suspiro. Y que no me vengan con lo de la cirugía estética y todo eso, que la chica ya prometía cuando era apenas una adolescente. Compárese, vía Imágenes de Google, a la Jolie adolescente con la actual y se comprobará que, incluso a esas tempranas edades, la cosa era de quitar el hipo.
Una vez recuperado el resuello, retomo los aspectos positivos haciendo mención de la puesta en escena, que es impecable. Un auténtico viaje a los años 20 al que no se le escapa un detalle, algo que no es de extrañar si leemos un poco sobre el making of de la película y comprobamos que no se escatimaron gastos a la hora de lograr una ambientación perfecta. Un trabajo a la altura de la historia que cuenta, la cual te mantiene en vilo hasta que la cosa, como no podía ser menos dadas las últimas experiencias, decae.
Que es justo lo que le pasa a El intercambio. Tiene el don de involucrarte con el sufrimiento de una madre que desconoce el paradero de su hijo y a la que todo parece volvérsele en contra. Te fascina con una historia que atrapa tu interés, pero que lo va soltando conforme avanza el metraje y acaba por no ser bien contada. A partir de cierto momento, la historia empieza a cobrar el aspecto de esos telefilms de sobremesa con los que Antena3 tortura a los infortunados televidentes que no tienen otra cosa que echarse a la vista. Entonces aparecen escenas y situaciones proclives al efectismo simple, buscando impactar o emocionar al espectador de una forma un tanto burda. Es una pena que no se haya puesto un poco más de cuidado en el acabado de las situaciones, en vez de recurrir al maniqueísmo de siempre, donde en la lucha de los malos contra los buenos, la victoria final, aunque sea moral, siempre es de estos últimos.
¿Conclusión? Pues que con esta película se confirma que estamos en plena pandemia de un virus cada vez más presente en la cosa cinematográfica. Provoca un mal frustrante y fastidioso que se extiende cual gripe porcina y del que se desconoce su medio de transmisión. Desencadena, allá por la mitad del minutaje, una caída en picado de la calidad de la historia que se cuenta, una vulgarización de los medios con los que se pretende conseguir un efecto llamativo en el espectador y una sensación final en éste de pérdida de tiempo –y dinero, según el caso- que termina provocando que, puestos a poner nota, ésta no pase del 6, como es el caso.
Manolo, eres un crítico de altura (y poco pelo eso sí), estupendo tus comentarios.
ResponderEliminarUn Saludo