8 de diciembre de 2011

Cien Años de Soledad (1967) - Gabriel García Márquez

8,5 / 10

Me gusta conocer las opiniones que la gente cuelga en Internet sobre los libros que leo. Para compararlas con la mía, más que nada, y comprobar si disiento poco o mucho de la impresión general. Hay muchos sitios en Internet donde se da esa facilidad. Mi favorito es Anika entre libros, completísima web sobre literatura, donde existen miles de comentarios del público sobre obras y autores. En ella, la relación de críticas acerca del título que hoy nos ocupa es interminable, y de entre todas ellas saco, a modo de escueto resumen, la expresión “de obligada lectura”, habiendo incluso mucha gente que dice haberla vuelto a leer varias veces. Cien años de soledad está considerada, por quienes entienden de esto, como una obra maestra y una de las cumbres de la literatura en lengua hispana, así que a ver qué iba a hacer yo, que ya me había echado a la vista El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada –ambas magníficas-, sino pillarla a la primera oportunidad y cumplir con tan insistente y autoimpuesta obligación.


Y en la biblioteca local la encontré, más voluminosa de lo que me imaginaba en un principio. Claro, que se trataba de una edición especial publicada en 2007 que habían llevado a cabo las diferentes academias de Lengua española que en el mundo existen, para conmemorar el 40 aniversario de su publicación. Contenía, amén de la obra en sí, varios artículos de conocidos escritores de lengua hispana, a los que apenas eché un vistazo, por cierto, ya que me parecieron a priori bastante plomizos.


¿Qué puedo decir de Cien años de soledad? Pues sobre todo, y como ya me ocurrió con las dos obras antes citadas, que la forma de escribir de García Márquez te hipnotiza desde las primeras líneas –bueno, en realidad me costó algo más engancharme a El amor en los tiempos del cólera, que al final me pareció sublime-. El ritmo pausado de la narración, que sin embargo abarca un largo periodo de tiempo –como sagazmente logra uno deducir del título-, te va envolviendo hasta situarte en una especie de posición central desde la que abarcas un trasiego constante de personajes y acontecimientos a través de generaciones, en un caleidoscópico viaje donde todos y ninguno de los personajes son el principal protagonista. La misma posición desde la que accedes al mundo casi onírico en la que la historia con mucha frecuencia se adentra: ascensos a los cielos, espíritus, chorros de sangre que recorren grandes distancias hasta llegar a su destino, premoniciones, corazonadas, levitaciones…todo un ramillete de hechos extraordinarios narrados con un estilo realmente embriagante. Realismo mágico lo llaman.


En cuanto al argumento en sí, me sucede que encuentro algo baladí adentrarme a resumir una historia que todo buen aficionado a la lectura sin duda conocerá. No sé, sería casi como ponerse a contar El Quijote –otra de mis lecturas siempre pendientes-. Además, unos pocos golpes de teclado en Google bastan para acceder a un mogollón inmenso de referencias al argumento –la Wikipedia, sin ir más lejos-. Dicho esto ¿Para qué me voy a poner a escribir sobre la historia de la familia Buendía; de su establecimiento en la jungla colombiana y de la fundación de Macondo, el pueblo donde durante seis generaciones suceden la práctica totalidad de acontecimientos? ¿Qué decir sobre José Arcadio y Úrsula en su papel de contemporáneos Adán y Eva, o de los casi sesenta personajes que, con mayor o menor peso, circulan por la historia?


Mi sensación final es de haber leído, efectivamente, una gran novela. La he disfrutado mucho y, como decía más arriba, he caído de nuevo en los encantos de García Márquez como escritor. Pero es una historia muy larga y los personajes son tan numerosos que ha habido veces que me he perdido un poco en su identificación, sobre todo debido a la repetición de nombres durante las sucesivas generaciones. A ratos he notado caídas en la intensidad del relato, lo que ha provocado que en ocasiones me encontrara “fuera” de la historia.

Muy buena, sí. ¿Para repetir lectura en un futuro? Pues va a ser que no.

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