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El servicio militar del soldado romano duraba ¡25 años! Dicho esto, me pregunto qué hacía yo allá por el 83 lamentándome del secuestro al que me sometió el Estado en un servicio que duró nada menos que 13…meses. Tiempo en el que además, la tranquilidad fue la nota predominante y cuya actividad más belicista fue disparar alguna que otra vez con un viejo CETME a una diana, la mayoría de las veces sin alcanzar siquiera el soporte donde se situaba. Eso sí, no faltaba la ferocidad dibujada en mi rostro al imaginarme que el objetivo de mis tiros era el despiadado sargento chusquero que me puteaba cada vez que me asignaba una incómoda guardia.
El servicio militar del soldado romano duraba ¡25 años! Dicho esto, me pregunto qué hacía yo allá por el 83 lamentándome del secuestro al que me sometió el Estado en un servicio que duró nada menos que 13…meses. Tiempo en el que además, la tranquilidad fue la nota predominante y cuya actividad más belicista fue disparar alguna que otra vez con un viejo CETME a una diana, la mayoría de las veces sin alcanzar siquiera el soporte donde se situaba. Eso sí, no faltaba la ferocidad dibujada en mi rostro al imaginarme que el objetivo de mis tiros era el despiadado sargento chusquero que me puteaba cada vez que me asignaba una incómoda guardia.
Este cautivador librito te pone en situación. Imagínate que eres un joven que ostenta la ciudadanía romana allá por el año 100 DC., con Trajano dirigiendo los designios del Imperio. No estás cualificado para ninguna labor con la que ganarte la vida (te encuentras, como seguramente se diría en aquellos días, en el parum), o sí lo estás pero te gustan las emociones fuertes. La única salida que ves en tu horizonte próximo es alistarte al ejército. La inspiración no te ha venido por las buenas, ya que entre el populacho se cuentan historias de triunfos, conquistas y heroicidades. Además, hay por ahí eslóganes que te animan a dar el paso. Un ejemplo:
“conscribe te militem in legionibus, pervagare orben terrarum, inveni terras externas, cognosce miros peregrinos, eviscera eos”
(Enrólate en las legiones, viaja a lugares lejanos, conoce gente exótica e interesante y descuartízala)
Así que si, además del imprescindible origen romano eres soltero, mides alrededor de 1,70 m., y tienes buena vista –si llevas alguna carta de recomendación ya ni te cuento-, es muy probable que dentro de unos meses te encuentres formando parte de una formidable máquina de matar, destripando partos cerca del Eúfrates o decapitando dacios allá por los Cárpatos. Todo ello, claro está, si tras unos durísimos entrenamientos continúas con vida y con ganas de no desertar.
El Manual (no oficial) del Ejército Romano, desvela todos los pormenores de la vida de un legionario del Imperio, desde el momento del juramento (“Da un paso al frente, recluta, y declara por los dioses el juramento irrompible de que seguirás a tu comandante a donde quiera que te lleve, etc, etc, etc”.), hasta su licenciatura o muerte. Sin prácticamente dejarse atrás ningún detalle, el manual –cuyo texto se dirige al lector como si éste fuera realmente a enrolarse- refiere detalles sobre la rutina diaria en una legión: vestimenta, alimentación, higiene, correspondencia…
Pero el punto fuerte es, como no podía ser de otra forma, todo lo referente a la entrada en combate: Quiénes son tus enemigos más encarnizados y cuáles son sus puntos débiles; cómo funcionan los artefactos utilizados en el sitio de una ciudad (catapultas, torres de asedio, arietes…); cómo blandir la gladius (espada), el pilum (lanza) o el scutum (escudo), entre otros muchos utensilios; qué recompensas te esperan por tu valor y qué castigos por tu cobardía. Además lo hace con un gran sentido del humor, recurriendo a simpáticos comentarios, como el que sigue:
“Una de las ventajas de que Judea sea provincia romana es que podrás entender la mayor parte de los insultos proferidos contra ti, entre los que Romanii ite domun será probablemente uno de los más suaves.” (El insulto sería el equivalente al famoso Yankees go home, que no todo el mundo domina el latín como el autor de este blog).
Recomendatum.
“conscribe te militem in legionibus, pervagare orben terrarum, inveni terras externas, cognosce miros peregrinos, eviscera eos”
(Enrólate en las legiones, viaja a lugares lejanos, conoce gente exótica e interesante y descuartízala)
Así que si, además del imprescindible origen romano eres soltero, mides alrededor de 1,70 m., y tienes buena vista –si llevas alguna carta de recomendación ya ni te cuento-, es muy probable que dentro de unos meses te encuentres formando parte de una formidable máquina de matar, destripando partos cerca del Eúfrates o decapitando dacios allá por los Cárpatos. Todo ello, claro está, si tras unos durísimos entrenamientos continúas con vida y con ganas de no desertar.
El Manual (no oficial) del Ejército Romano, desvela todos los pormenores de la vida de un legionario del Imperio, desde el momento del juramento (“Da un paso al frente, recluta, y declara por los dioses el juramento irrompible de que seguirás a tu comandante a donde quiera que te lleve, etc, etc, etc”.), hasta su licenciatura o muerte. Sin prácticamente dejarse atrás ningún detalle, el manual –cuyo texto se dirige al lector como si éste fuera realmente a enrolarse- refiere detalles sobre la rutina diaria en una legión: vestimenta, alimentación, higiene, correspondencia…
Pero el punto fuerte es, como no podía ser de otra forma, todo lo referente a la entrada en combate: Quiénes son tus enemigos más encarnizados y cuáles son sus puntos débiles; cómo funcionan los artefactos utilizados en el sitio de una ciudad (catapultas, torres de asedio, arietes…); cómo blandir la gladius (espada), el pilum (lanza) o el scutum (escudo), entre otros muchos utensilios; qué recompensas te esperan por tu valor y qué castigos por tu cobardía. Además lo hace con un gran sentido del humor, recurriendo a simpáticos comentarios, como el que sigue:
“Una de las ventajas de que Judea sea provincia romana es que podrás entender la mayor parte de los insultos proferidos contra ti, entre los que Romanii ite domun será probablemente uno de los más suaves.” (El insulto sería el equivalente al famoso Yankees go home, que no todo el mundo domina el latín como el autor de este blog).
Recomendatum.